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Propiocepción: el sexto sentido ligado al «tacto fantasma»

En los entornos de realidad virtual podemos llegar a sentir objetos que no están, como confusión en los sistemas de anticipación del cerebro.

Man behind a scratched glass

Amanece un nuevo día y comenzamos a sentir. El tacto sedoso de la sábana, el ruido de la calle, el olor característico de nuestra habitación, el sabor de nuestra propia saliva, la luz que se asoma tenuemente por la ventana… Y así podríamos seguir, desgranando cada una de las sensaciones que recibimos sin siquiera salir de nuestra habitación, hasta que se hiciese de nuevo de noche.

Cada día, nuestros sentidos son constantemente bombardeados por miles de estímulos que el córtex sensorial ha de procesar y a los que tiene que responder. Si todos los estímulos fuesen igual de intensos, acabaríamos absolutamente agotados y sería prácticamente imposible concentrarnos en ninguna tarea, ya que las distracciones sobrepasarían hasta a la mente más capaz.

Por ello, es necesario que el cerebro priorice la información que le llega y no haga caso a los eventos que considera poco importantes. Anteponer unos estímulos a otros nos permite no estar pensando constantemente en el tacto de la camiseta en nuestra piel, o en el olor de nuestra propia nariz, pero nos ayuda a distinguir si se produce un cambio en alguno de estos sentidos y, así, detectar posibles amenazas. Aunque una de las consecuencias de priorizar los estímulos es, curiosamente, que no podamos hacernos cosquillas a nosotros mismos.

ANTICIPANDO LAS COSQUILLAS

Si alguna vez lo has intentado verás que es imposible. Puedes intentar acariciar suavemente con un dedo la planta del pie, incluso puedes utilizar algún objeto sedoso como una pluma o un pincel. Cuando lo hagas notarás la presión del dedo, o del objeto, recorriendo la piel. Incluso puede que sientas un cosquilleo y una sensación extraña en la piel. Pero se trata de un estímulo tolerable, al tocar tu propio pie no lo apartas de manera incontrolada, ni se te escapa una risa o un grito, si no que lo puedes soportar. Estas sensaciones no se acercan ni de lejos a lo que provoca el tacto de otra persona en la misma zona. Y esto tiene que ver con nuestra capacidad de anticipación.

Este fenómeno se conoce en inglés como <<tactile gating>> y podría traducirse como sincronización táctil. La sincronización táctil ocurre porque el sistema nervioso es capaz de filtrar y atenuar los estímulos producidos por nuestros propios movimientos. A nivel neuronal, la activación que se produce por los receptores táctiles es mucho menor cuando se anticipa el resultado.

Aunque todavía no se conoce con exactitud cómo se produce la sincronización táctil, sí que se ha visto que afecta a múltiples áreas de nuestro sistema nervioso. Realizando distintas pruebas, se ha observado que en la atenuación de la respuesta intervienen la médula espinal, el córtex motor, premotor y somatosensorial, es decir, se trata de un mecanismo muy complejo y multifactorial. Para seguir explorando los efectos y consecuencias de la sincronización táctil, los investigadores han de emplear nuevos métodos y tecnologías que permitan plantear nuevos escenarios. Sin embargo, lo que no esperaban era que los estudios llevasen a descubrir una sensación o un “sentido” mientras investigaban la sincronización táctil.

EN OCASIONES SIENTO OBJETOS

En la Universidad Ruhr de Bochum, en Alemania, Artur Pilacinski se encontraba completamente enfrascado en sus estudios sobre neurociencia. Concretamente le interesaba cómo los humanos reaccionan a las distintas situaciones y nuevos escenarios a los que se enfrentan en su día a día o se enfrentarán en un futuro. ¿Confían las personas más en robots con ojos que les siguen con la mirada? ¿Cómo afectan las decisiones económicas a las diferentes áreas cerebrales? ¿Se puede emplear la realidad virtual para que equipos internacionales colaboren en la construcción de robots? Estos eran algunos de los estudios en los que había colaborado con temas muy diversos, pero que le permitían investigar la relación entre neurociencia y psicología, lo que le fascinaba.

Artur enseguida comprendió la importancia de la realidad virtual en estos estudios. La realidad virtual permite la entrada a un mundo nuevo. Un mundo que trata de imitar la realidad, pero donde nada de lo que se ve se puede tocar. Este mundo inventado le permitía explorar las reacciones del cerebro a sucesos que parecen reales pero que en realidad no lo son. Concretamente, le permitiría seguir indagando sobre la sincronización táctil y sus efectos neurológicos ante respuestas inesperadas. Es decir, podría responder a la pregunta: ¿Qué sucede cuando ocurren todos los estímulos previos a un contacto, pero el contacto que se produce no es real? La respuesta ha sido bautizada con el nombre de tacto fantasma.

UN EXPERIMENTO A PALOS

Para el estudio reclutaron a 36 voluntarios entre 21 y 42 años que nunca antes habían experimentado un entorno de realidad virtual. Uno a uno, a los voluntarios de les ofreció unas gafas de realidad virtual y se les sumergió en un mundo donde había distintos objetos virtuales de uso cotidiano considerablemente realistas. Además de los objetos, los voluntarios únicamente podían ver unas manos flotando en el mundo virtual, que era lo que controlarían para poder interactuar con los objetos.

Una vez se familiarizaban con la interfaz, los investigadores les ofrecían un bastón dentro del entorno virtual. Los voluntarios debían tomar el bastón con la mano derecha y simular que se golpeaban el dorso de la mano izquierda. Les pidieron que tuviesen especial cuidado en no atravesar la mano virtual al golpearla y, sobre todo, que no tocasen las manos en el mundo real. Tras unos segundos les preguntaron si habían sentido algo en la mano y anotaron cuidadosamente las respuestas. Repitieron el experimento con la palma, las puntas de los dedos y con los antebrazos, aunque no eran visibles para el usuario. Posteriormente, hicieron lo mismo con la otra mano.

Los investigadores no especificaron en ningún momento qué debían sentir, y las preguntas eran lo suficientemente vagas como para no condicionarlos. Sin embargo, los voluntarios ofrecieron respuestas sorprendentemente similares.

EL TACTO FANTASMA

32 de los 36 voluntarios informaron de que podían sentir cómo el bastón tocaba las distintas partes de su extremidad. Muchos de ellos describían la sensación como un hormigueo, electricidad corriendo por su cuerpo o como pinchazos. Los más creativos lo describieron «como si el viento atravesase la mano». Algunos de los participantes manifestaron las sensaciones incluso antes de que los investigadores les preguntasen.

Con cada voluntario, Artur quedaba más convencido. Estaban demostrando que existía una sensación táctil “fantasma” que ocurría al interactuar con el propio cuerpo en un entorno virtual y sin un estímulo táctil real. El tacto fantasma también ocurría aunque los voluntarios tocasen una parte del cuerpo que para ellos era invisible. Por ello añadieron el término <<fantasma>> al estudio.

PERO DÓNDE ESTÁ EL FANTASMA

Artur y su equipo han relacionado sus resultados sobre el tacto fantasma con la sincronización táctil que nos prepara ante recibir un estímulo. Ahora bien, aseguran que puede haber algo más que las investigaciones anteriores no hayan tenido en cuenta: que los voluntarios pudiesen notar las sensaciones en el brazo aunque no podían verlo en el mundo virtual. Para Artur este es un punto clave de que el tacto fantasma podría ser la manifestación de lo que otros autores consideran como el verdadero sexto sentido: La propiocepción. Es decir, la capacidad que tenemos los humanos para sentir nuestro propio cuerpo.

Se trata de un estudio muy interesante a la hora de idear el futuro desarrollo de entornos virtuales. Con las enormes inversiones que están haciendo las grandes compañías tecnológicas en la realidad virtual, conocer cómo puede reaccionar el cuerpo es necesario para que la experiencia sea realmente inmersiva. Y saliéndonos un poco de estos mundos inventados para volver a pisar el terrenal, comprender la relación entre la propiocepción, el tacto fantasma y la sincronización táctil podría ayudar a personas que han perdido algún miembro de su cuerpo. Todavía queda mucha ciencia que estudiar en estos campos, pero son pequeños pasos como estos los que van sintiéndose como avances.

Fuente: National Geographic | Historia

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