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Pobreza de tiempo, la epidemia que impide descansar a millones de madres en el mundo

Los hombres gozan de 5 horas más de tiempo libre que las mujeres adultas. Este fenómeno es conocido como «pobreza de tiempo»

France, Paris, Young woman traveling in subway car.

El día arranca mucho antes de que salga el Sol. Para las 6:30, ya se está bañada, arreglada y con el desayuno preparado para los niños. ¿Es lunes o miércoles? El día de la semana cambia todo el itinerario. Especialmente en las ciudades grandes, porque el tráfico hace que los trayectos sean más largos. Otros días, cuando se puede trabajar desde casa, hay más tiempo para conectarse a la reunión de las 9 de la mañana.

Por más que el modelo híbrido de trabajo parecía una maravilla a inicios del año pasado, hoy está cobrando facturas altas a los empleados en la actualidad. Agotamiento físico, letargo emocional y un sentimiento de que el tiempo es sencillamente insuficiente para abarcar todo lo que hay que hacer son producto de los ajustes a la nueva normalidad.

Sin embargo, el fenómeno está impactando particularmente a las mujeres con hijos pequeños. Desde la psicología, se le conoce como ‘pobreza de tiempo‘: la franca escasez de espacios para abastecer todas las obligaciones en casa, en el trabajo y en la crianza. Así funciona.

Entre la casa, el trabajo y los hijos

pobreza de tiempo
GETTY IMAGES

La pobreza de tiempo se manifiesta cuando las personas sencillamente no encuentran espacio suficiente para hacer todas las actividades que les tocan en el día. En el Reino Unido, se presenta especialmente en mujeres adultas, con hijos menores a 15 años, que tienen que cumplir con sus obligaciones laborales, al tiempo que atienden a sus familias en casa:

“Definida como la sensación crónica de tener demasiadas cosas que hacer y no tener suficiente tiempo para hacerlas, la ‘pobreza de tiempo’ va en aumento”, explica la periodista Katie Bishop para la BBC.

Una investigación realizada en el país reveló que, en contraste, los hombres gozan de 5 horas más de tiempo libre que las mujeres adultas. En la vida cotidiana, éste es un síntoma de pobreza de tiempo, sesgada por una cuestión de género. De acuerdo con los resultados del estudio, esta condicionante impacta en “un menor bienestar, salud física y productividad” de las personas.

Entre la casa, el trabajo y los hijos, las mujeres adultas cargan con responsabilidades rara vez compartidas con alguien más. En contraste, aquellas que viven por su cuenta, con roomies o en pareja, no cargan con este peso, y encuentran más huecos en la semana para sí mismas.

Un limbo de género

pobreza de tiempo
GETTY IMAGES

La pobreza de tiempo no es un fenómeno nuevo. Por el contrario, estas carencias se vienen acarreando desde hace, al menos, un par de décadas. El hecho de que las mujeres puedan ostentar cargos empresariales de niveles altos les compromete a dejar menos tiempo para atender los asuntos en casa. Al llegar al hogar, de todas formas tienen que atender a sus hijos y encargarse del quehacer.

Aún así, escribe Bishop, “la pandemia ha magnificado muchos de los problemas de pobreza de tiempo”. Incluso para las personas que, antaño, podían disfrutar de más espacios para el cuidado personal. A pesar de que la crisis sanitaria nos dio más tiempo en casa —y, en principio, más tiempo libre—, la realidad es que los límites entre el trabajo en la oficina y a distancia se han desdibujado.

A nivel cognitivo, los precios pueden ser elevados. Además de falta de atención y fatiga, las mujeres parecen olvidar más las cosas cuando padecen de pobreza de tiempo. Así lo describe Aleksander Tomic, decano asociado de Estrategia, Innovación y Tecnología del departamento de economía del Boston College:

“La pobreza de tiempo cognitiva puede aparecer incluso en hogares con ingresos más altos, ya que alguien todavía tiene que coordinar toda la ayuda del hogar”.

Por ello, la pobreza de tiempo no necesariamente está ligada a la clase social. Desde la pandemia, las jornadas laborales no sólo se han hecho más largas, sino que más agotadoras para los trabajadores. Especialmente para las mujeres, por los roles de género que les son asignados al nacer. El círculo vicioso, apunta Tomic, se alimenta a sí mismo: como hay tantas cosas que hacer, se van sumando una sobre la otra, como si realmente la lista no tuviera final.

Al término de la semana, las mujeres se enfocan en atender a sus hijos, con espacios mínimos para descansar —o siquiera estar solas. De pronto, es lunes otra vez. Y el ciclo difícilmente se puede romper.

Fuente: Muy Interesante

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