Este 2023, en la reunión del Foro Económico Mundial en Davos, encuentro en donde líderes mundiales debaten temas prioritarios del entorno económico, político y social, trajo a la luz una de las discusiones más candentes del ámbito laboral. ¿Son las semanas de trabajo más cortas un capricho electorero o una demanda legítima y benéfica de la sociedad actual? El debate no es nuevo. Lo novedoso quizá es el número creciente de empresas y gobiernos que reportaron haber adoptado esta medida compartiendo los resultados obtenidos. No es coincidencia que, tomando este tipo de experimentos en cuenta, exista un número creciente de personas en todo el mundo alarmadas por las implicaciones económicas y sociales de la semana laboral reducida.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
A nivel global, la percepción generalizada es que la semana laboral de 40 horas es y ha sido una constante. Pero realmente surgió en el siglo XX tras intensas luchas sindicales por condiciones laborales justas. Antes de esta estructura, trabajar entre 10 y 16 horas diarias, 6 días a la semana, era la norma, especialmente durante la Revolución Industrial, donde las jornadas extenuantes en entornos insalubres eran comunes. A partir de ahí, los sindicatos lucharon por condiciones más dignas, lo que llevó a que muchos países adoptaran el estándar de 40 horas semanales.
Nuestro país, por diversas razones históricas, económicas, culturales y políticas, ha mantenido una postura diferente. Predominantemente las políticas y condiciones para mantener costos laborales bajos y una cultura que prioriza el tiempo laboral sobre otros aspectos han marcado la diferencia.
Sin embargo, a medida que los tiempos cambian, reflexiones antiguas resurgen. México, al igual que otros países, ha observado tras la pandemia un cambio en la valoración del equilibrio entre la vida personal y la vida laboral, sobre todo entre los jóvenes. Estos no están dispuestos a relegar su vida personal por largas horas de trabajo, lo que hace esencial reconsiderar y adaptar nuestra estructura o enfoque laboral.
MOTIVOS PARA REFLEXIONAR Y DEBATIR
A pesar de tanta incredulidad, las razones para considerar una semana laboral reducida son variadas y respaldadas por diversos sectores y estudios:
AUMENTO EN LA PRODUCTIVIDAD: Contrario a lo que podría pensarse, recientes investigaciones indican que trabajar menos horas puede llevar a un aumento en la productividad. La lógica es clara, personas más descansadas y con mejor ánimo suelen involucrarse más y rinden mejor en sus tareas, mejor concentradas.
BIENESTAR MENTAL Y FÍSICO: El estrés laboral, identificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como uno de los retos más prominentes de nuestra época, podría aliviarse con jornadas menos extensas, favoreciendo una mejor salud mental y física de los trabajadores.
FLEXIBILIDAD LABORAL: La reciente pandemia de Covid-19 puso de manifiesto la importancia de la adaptabilidad en el ámbito laboral. Una semana laboral más corta puede ofrecer un equilibrio más adecuado entre las responsabilidades laborales y el tiempo personal.
SOSTENIBILIDAD AMBIENTAL: Trabajar menos días puede traducirse en menos desplazamientos diarios, lo que impactaría positivamente en la reducción de la huella de carbono.
DESAFÍOS Y DUDAS AL RESPECTO
A pesar de sus beneficios, es imposible dejar de considerar que acortar la semana laboral enfrenta severas críticas y preocupaciones en muchas sociedades:
DESIGUALDADES SALARIALES: Existe la inquietud de que trabajar menos días resulte en reducciones salariales, particularmente en sectores con menor representación sindical.
DIFICULTADES POR SECTOR: Mientras ciertas áreas podrían adaptarse con facilidad a esta transición reduccionista, otras, sobre todo relacionadas con los servicios públicos, como la medicina o la seguridad pública, pueden enfrentar retos operativos significativos para implementar o imponer la medida.
IMPACTO ECONÓMICO: Hay quien señala que una reducción en las horas laborales podría conducir a una disminución en el consumo y, consecuentemente, afectar el crecimiento económico general y el PIB.
CASOS DE ÉXITO
En distintos países hay evidencias prometedoras de la implementación de jornadas laborales de menos de 40 horas a la semana, tanto en el ámbito público como en el privado. Tomemos Islandia como ejemplo: entre 2015 y 2019, disminuyó la semana laboral para ciertos trabajadores públicos manteniendo su salario intacto. Según datos publicados en 2021, esta medida resultó en un aumento en el bienestar y la productividad. Esto impulsó una adaptación en las condiciones de trabajo para casi el 86% de la fuerza laboral de ese país. ¿Y en cuanto al impacto económico? Lejos de ser perjudicial, se observó que la gente tendía a gastar más al disfrutar de un fin de semana más prolongado. ¿Será Islandia buen referente comparativo para países latinoamericanos?
Por su parte, varias empresas y organizaciones alrededor del mundo han experimentado con la reducción de la jornada laboral e informado resultados positivos. Algunos ejemplos incluyen a:
- Microsoft Japón: En 2019, la empresa introdujo una prueba llamada Work-Life Choice Challenge, que otorgó a los empleados cinco viernes libres consecutivos sin reducir su salario.
- Perpetual Guardian: Esta empresa de servicios financieros en Nueva Zelanda probó una semana laboral de cuatro días en 2018.
- Uniqlo: En 2015, la famosa marca de ropa japonesa comenzó a ofrecer a sus trabajadores en ese país la opción de una semana laboral de cuatro días.
¿Cuáles fueron los resultados? Todas estas compañías reportaron que el equilibrio entre trabajo y vida personal de los empleados mejoró significativamente, y además que los niveles de productividad se mantuvieron constantes. La productividad de Microsoft Japón aumentó casi un 40% y se observaron ahorros en recursos, como una reducción en el uso de electricidad y papel.
¿QUÉ DICE MÉXICO?
México ostenta una de las jornadas laborales más prolongadas entre las naciones de la OCDE, con una media de 2,137 horas trabajadas anualmente. No obstante, este escenario podría estar en vías de transformación, ya que se encuentra en discusión una reforma con miras a cambiar esta situación. A pesar de que la normativa vigente define una jornada de 8 horas diarias, alcanzando 48 horas semanales con un día libre, el nuevo planteamiento legal sugiere disminuirla a 40 horas semanales. Con esta medida, los legisladores aspiran a que México deje de liderar el ranking de países de la OCDE con las jornadas más extensas y se adecue a prácticas laborales más contemporáneas.
La relevancia de este tema se ha intensificado, ya que la reforma al artículo 23 constitucional, que será crucial para concretar este cambio, se encuentra en proceso de dictamen en la Cámara de Diputados. De hecho, se espera que, durante el siguiente periodo de sesiones, que inicia este mes, se concrete la reducción de la jornada laboral. La discusión está programada específicamente para la semana del 18 al 22 de septiembre de 2023.
La adaptación de la estructura laboral en México a una semana reducida no es una tarea sencilla ni debe reducirse a un tema electoral. Sin embargo, la tradición de adaptabilidad del país sugiere que puede ser una transformación viable y beneficiosa a largo plazo. En un mundo laboral que está en constante evolución, es crucial que las empresas y gobiernos consideren y evalúen las ventajas y desafíos de propuestas como estas. Estos cambios no solo pueden ser la respuesta a las exigencias del siglo XXI, sino que también pueden conducir a entornos laborales más justos, productivos y que promuevan el bienestar de trabajadores y patrones al mismo tiempo. Bienvenido el debate bienintencionado, pero repudiado sería que se utilizara como botín electoral con miras al 2024.
Fuente: forbes