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descubren una ofrenda mexica en tenochtitlán

En el transcurso de unas excavaciones llevadas a cabo por el INAH en Ciudad de México, los arqueólogos han hallado los restos de una casa mexica bajo cuyo patio se ocultaba una rica ofrenda con trece incensarios y numerosos recipientes de cerámica.

Foto: INAH

El pasado mes de agosto, una excavación llevada a cabo por arqueólogos del INAH (Instituto Nacional de Antropología en Historia de México) sacó a la luz en las inmediaciones de la actual plaza Garibaldi de la capital mexicana, a unos cinco metros de profundidad, una antigua vivienda mexica donde se localizaron los restos de una peculiar ofrenda compuesta por trece incensarios, una copa para pulque (una bebida hecha a base de maguey fermentado), cinco cuencos, un plato y un recipiente cerámico globular, con cuatro vasijas a modo de tapa, que contenía cenizas y huesos humanos. La ofrenda estaba oculta bajo varias capas de adobe, en el patio de la casa.

UNA OFRENDA BAJO EL SUELO

«Entre cantos y olor de copal, los moradores dispusieron en el patio una ofrenda con múltiples elementos, entre los que destacan una olla con restos óseos (cenizas humanas) y trece sahumadores polícromos de casi un metro de longitud, usados para quemar la resina», explica el INAH en su comunicado. Los trabajos arqueológicos han desvelado que la vivienda estaba compuesta por un corredor que conectaba cinco estancias donde aún se conservaba parte del estuco original en pavimentos y paredes, y un patio interior (donde se realizó el descubrimiento).

Los restos de la vivienda mexica donde se localizó la ofrenda.Foto: Mauricio Marat. INAH
Algunos de los objetos que componen la ofrenda.Foto: Mauricio Marat. INAH

Vasija cerámica globular en cuyo interior se hallaron los restos óseos de un niño.Foto: Mauricio Marat. INAH

Los trabajos arqueológicos han desvelado una vivienda compuesta por un corredor que conectaba cinco estancias donde aún se conservaba parte del estuco original en pavimentos y paredes, y un patio interior.

Los investigadores explican que esta casa se alzó en el barrio de Cuepopan, uno de los cuatro sobre los que se formó la capital azteca, y sus cimientos se localizaron en la parte media de un inmueble cercano a la plaza Garibaldi, de 500 metros cuadrados de extensión. Aquí, el Instituto de Vivienda de Ciudad de México (INVI) tenía previsto llevar a cabo un nuevo proyecto constructivo, pero antes de ello la Dirección de Salvamento Arqueológico hizo un sondeo en la zona para valorar su importancia arqueológica, a unas profundidades de entre 3,50 a 5,20 metros, y hallaron restos de adobes y tezontles (una roca roja de origen volcánico).https://www.youtube.com/embed/8SF8yYZZhdw?wmode=transparent&jqoemcache=uCWrT&enablejsapi=1&origin=https%3A%2F%2Fhistoria.nationalgeographic.com.es

INCENSARIOS SIMBÓLICOS

En cuanto a los restos óseos incinerados hallados en el interior de la vasija globular (una costumbre funeraria muy extendida en el mundo mesoamericano), los especialistas creen que se trataba posiblemente de los restos «de un infante; sin embargo, esto habrá de comprobarse mediante la microexcavación de las cenizas». Por su parte, los incensarios «expresan un simbolismo particular», según Mara Becerra, coordinadora de las labores de rescate arqueológico. Estos objetos «fueron dispuestos en dos niveles y en dos orientaciones distintas:unos en sentido este-oeste, y otros en dirección norte-sur, como una evocación de las 20 trecenas que conformaban el tonalpohualli, el calendario ritual mexica de 260 días. Asimismo, cabe mencionar que el número 13 aludía a los niveles del cielo», continúa explicando la arqueóloga. Asimismo, la investigadora afirma que estos objetos «refuerzan la concepción nahua del universo. La cruz calada de las cazoletas de los sahumadores representa el quincunce, símbolo del axis mundi; mientras que los mangos huecos en colores rojo, negro y azul, que servían de instrumento de viento, y su remate con la representación de la cabeza de una serpiente de agua, remiten a las fuerzas del inframundo», remacha.

Cabeza de una estatuilla. Una de las piezas que forman parte de la ofrenda descubierta.Foto: INAH
Recipiente recto divergente del tipo Texcoco, pintado de blanco sobre rojo.Foto: Mauricio Marat. INAH

Estos objetos fueron dispuestos en dos niveles y en dos orientaciones distintas: unos en sentido este-oeste, y otros en dirección norte-sur, como una evocación de las 20 trecenas que conformaban el tonalpohualli, el calendario ritual mexica de 260 días.

La arqueóloga concluye que este hallazgo «nos permite interpretar este contexto arqueológico como evidencias de una ofrenda que se dispuso en las primeras décadas tras la invasión de Tenochtitlán, como parte de un ritual de clausura del mismo espacio, un acto esencial para la cosmovisión tenochca».

Fuente: National Geographic

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