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Descubre a las pirófitas, plantas amantes del fuego

El fuego es un drama ecológico, ciertas plantas se han adaptado tanto que sobreviven a los incendios, e incluso se benefician.

De entre los mayores dramas medioambientales de cada verano destacan los incendios forestales. Cada año, decenas, si no cientos de hectáreas de terreno forestal son pasto de las llamas en España.

En general, el fuego actúa como una fuerza extremadamente destructiva, que arrasa con toda la flora a su paso, y aniquila la fauna que no ha logrado escapar. Algunos ecosistemas requieren de décadas, o incluso siglos para recuperarse de la devastación de un incendio forestal.

El fuego en el ecosistema

Los incendios desencadenan efectos muy complejos en los ecosistemas, dependiendo de la magnitud del fuego. Un árbol que arde en solitario y se apaga, apenas tiene impacto sobre las comunidades. Por el contrario, un gran incendio forestal puede superar la resiliencia del bosque y destruir el ecosistema por completo.

El fuego no solo quema, también afecta negativamente el crecimiento y la reproducción y la dinámica de las semillas y las plántulas de la mayoría de las plantas supervivientes. Es una de las pocas perturbaciones que mata regularmente plantas maduras enteras.

Sin embargo, fuegos de magnitud intermedia pueden suponer un beneficio para el ecosistema, como agente en la estructuración de las comunidades. Sobre todo si el ecosistema es maduro, está bien estructurado y está poco perturbado. Tras un pequeño conato de incendio, se forma una isla de cenizas rodeada de vida; los claros de la vegetación brindan el potencial para un nuevo proceso de sucesión que enriquece la biodiversidad del entorno. Y es en esas condiciones en las que algunas especies de plantas entran en juego.

Incluso ante un desastre tan destructivo como un incendio, hay especies que resisten. Ciertas especies de plantas pueden soportar determinados incendios, siguiendo diversas estrategias, algunas incluso se ven beneficiadas. Son las denominadas especies pirófitas —del griego pyrós, ‘fuego’, y phyton, ‘planta’— y hay tres tipos: la supervivencia vegetativa, la supervivencia reproductiva y la pirofilia.

Las supervivientes del incendio

De las tres estrategias evolutivas que presentan las plantas para adaptarse al fuego, la más simple es la denominada supervivencia vegetativa. Especies como el alcornoque, con una corteza muy gruesa y llena de cámaras de aire —lo que llamamos corcho—, resisten exitosamente el fuego.

Por supuesto, no todas las plantas con esta adaptación sobreviven a cualquier incendio. Si el fuego se extiende por el estrato herbáceo y arbustivo, pero no llega a las copas, será más fácil que los árboles con cortezas gruesas, como el alcornoque, sobrevivan. Sin embargo, si el fuego llega a las copas, sus hojas arderán y probablemente los árboles no sobrevivan.

Otras especies son resistentes a la defoliación o pérdida de hojas, y volverán a brotar después del incendio, siempre que el fuego no dañe el tejido de crecimiento.

Otra adaptación de supervivencia vegetativa es el rebrote a partir de partes subterráneas, como raíces, rizomas o tubérculos. Estas estructuras están bien protegidas del fuego, ya que el suelo funciona generalmente como aislante térmico. Tras el incendio, aunque la parte aérea de la planta muera por completo, aún puede rebrotar a partir de las estructuras de resistencia subterráneas.

El ambiente calcinado como nueva oportunidad

Algunas de las plantas más propensas a sufrir un incendio carecen de cortezas gruesas, adaptaciones de resistencia, a la defoliación o capacidad de rebrote desde las raíces. El fuego simplemente las extermina, no sobreviven. De hecho, en algunos casos, su madera, su corteza o sus resinas son altamente inflamables, facilitando así la labor del fuego.

Sin embargo, aun en estas circunstancias, también existen especies pirófitas: la estrategia de la supervivencia reproductiva. Aunque la planta muera, las semillas o los frutos sobreviven, y encuentran un entorno óptimo, después del incendio. Las cenizas y restos vegetales quemados retienen la humedad, que se pierde menos al no tener vegetación realizando evapotranspiración. Además, contienen abundantes nutrientes, y la ausencia total de vegetación permite que la luz del sol sea un recurso más que abundante.

De este modo, las plantas pirófitas consiguen regenerar el ecosistema devastado con mayor facilidad.

Pirofilia: las plantas que se benefician del fuego

Hasta ahora, todas las adaptaciones permitían la supervivencia o la perpetuación de la descendencia después de un incendio. Pero hay plantas que han dado un paso más; no solo se han adaptado a resistir —de un modo u otro— los incendios, sino a beneficiarse de ellos. A tal punto, que algunas plantas incluso necesitan el fuego para cumplir su ciclo vital. A estas plantas, realmente amantes del fuego, las llamamos pirófilas —del griego pyrós, ‘fuego’ y philia, ‘amistad’—.

Especies, como los lirios de fuego del género Cyrtanthus, en Sudáfrica crecen y se mantienen entre fuego y fuego, pero solo florecen unos días después del paso de un incendio. Es decir, en estos casos, el fuego estimula la floración.

Otras plantas, cuyas semillas se encuentran encerradas en estructuras duras y coriáceas, se mantienen en el dosel arbóreo durante mucho tiempo, donde la germinación es imposible. Sin embargo, cuando el fuego llega y arrasa las copas de los árboles, estas estructuras estallan como palomitas de maíz, y liberan las semillas, que son resistentes al fuego. Esta condición, en la que la planta necesita del fuego para liberar sus semillas, se denomina en botánica serotinia, y, es característica de algunas especies de pinos, cipreses y píceas, entre otras.

Finalmente, también hay especies que florecen y liberan sus semillas sin la necesidad del fuego, pero en las que las semillas, acumuladas en el suelo, no pueden germinar. Permanecen en un estado de latencia que solo el fuego puede romper. Cuando el incendio pasa, las semillas son activadas –ya sea por acción física o química–, y germinan. Este tipo de pirofilia se encuentra en algunas leguminosas, como ciertas especies de genistas y acacias.

El fuego sigue siendo fuego

El comportamiento pirófito de algunas especies de plantas es un suceso real, pero no por ello debemos alimentar el fuego. En la naturaleza, el fuego es un actor más, como los animales herbívoros, los virus o los hongos. En los entornos naturales, las zonas más propensas a sufrir incendios suelen tener poblaciones más pirófitas y normalmente los fuegos que se forman suelen estar autolimitados. Mientras que las zonas en las que el fuego no es habitual, la vegetación no presenta este tipo de adaptación.

Los seres humanos, con nuestra actividad, hemos alterado esos patrones, esos ritmos naturales y esas comunidades. Modificamos la composición de esos ecosistemas de muchas maneras. Eliminamos o desplazamos especies, introducimos otras nuevas, deformamos las redes tróficas, alteramos los ciclos biogeoquímicos y los patrones de sucesión de la vegetación; y también cambiamos el régimen natural de los incendios.

Debemos recordar que en España, más del 80 % de los incendios forestales con origen confirmado son provocados por la actividad humana, y solo un 5 % se sabe que son de origen natural. Esos incendios, la mayoría de los cuales suceden en zonas que no están adaptadas a los regímenes de fuego, favorecen a las especies pirófitas y tienden a eliminar el resto de la vegetación, lo que implica un cambio en la composición del ecosistema, una pérdida de biodiversidad y un empobrecimiento del medio natural.

Fuente: Muy Interesante

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