El estacionamiento del edificio está lleno. A pesar de que peleaste por meses un lugar, parece que no sirvió para nada: ¿cuántos pisos hay que subir para encontrar un espacio vacío? Apenas pasan las 8 de la mañana, y ya tienes dolor de cabeza. Te bajas del coche con la mochila sobre los hombros, un termo con café frío y muy pocas ganas de saludar a personas que sólo conoces por Zoom.
Después de pasar todos los filtros sanitarios —¿el termómetro realmente marcó 32.2 grados?—, finalmente llegas al piso donde está la oficina. Y sí, una persona a tu lado en el elevador se quitó el cubrebocas para toser. Al pasar la puerta, te indican en dónde está tu nuevo escritorio. Al abrir el calendario, ya tienes 3 juntas pendientes, mientras quince otros oficinistas te preguntan tu nombre al mismo tiempo, mientras se mueren de ganas de presentarte a tu superior.
Ambiente tenso, trabajadores tensos
La toxicidad laboral es uno de los obstáculos a los que la humanidad tendrá que enfrentarse una vez más al presentarse a trabajar de manera presencial. Los encierros sanitarios por la pandemia de COVID-19 habían mitigado las relaciones laborales entre colaboradores, subordinados y jefes, quienes podían hacer cualquier otra cosa en casa al terminar una reunión virtual.
Esta flexibilidad —hace no demasiado denostada por la angustia de sólo poder trabajar desde casa— llegó a su fin para millones de personas, para quienes el home office ya no es una alternativa. Katie Bishop, corresponsal de la BBC, rastreó este fenómeno reciente. Lo describe como sigue:
“Una concepción común es que los comportamientos tóxicos a menudo se encuentran en las grandes corporaciones donde la competencia es feroz y la responsabilidad es baja; sin embargo, algunos trabajadores informan que la misma cultura dañina se puede encontrar fácilmente en organizaciones más pequeñas y menos jerárquicas”.
Sin importar el volumen de empleados que tenga una empresa, la realidad es quelidiar con otras personas puede ser difícil. Más todavía cuando, quienes pudieron hacerlo, se acostumbraron a realizar exactamente las mismas tareas desde la comodidad de las cuatro paredes de casa.
Las gotas que derraman el vaso
Para acercarnos de una manera más sana al presentismo, primero habría que entender qué es la toxicidad laboral, cómo se identifica y qué podemos hacer realmente para enfrentarla. De acuerdo con Thomas Roulet, profesor de teoría organizacional en la Judge Business School de la Universidad de Cambridge, el estrés, el enojo y la angustia no sólo son producto de la interacción con otros seres humanos.
“Se trata tanto de cómo la gente se comporta mal como de cómo se ven afectados los demás”, explica el experto. “Un lugar de trabajo tóxico a menudo también está plagado de comportamientos políticos: personas que intentan ganar influencia sin pensar en las consecuencias para sus colaboradores”.
Las jerarquías se hacen más evidentes cuando un jefe es prepotente en persona, o un colaborador se resiste a hablarle bien a los demás compañeros de escritorio. Incluso la frustración de que la impresora no sirva se añade a un ambiente laboral tóxico. Generalmente, estas sutilezas se hacen todavía más molestas en ambientes de alta exigencia, con horarios demandantes y superiores poco empáticos.
Sumado a esto, en la actualidad tenemos un atenuante ligeramente más grave: la posibilidad de contagio por COVID-19. Aunque la mayor parte de las empresas serias en el mundo piden como requisito una vacunación completa, la realidad es que hay personas que sencillamente se resisten a seguir los protocolos elementales de higiene —sí, todavía.
¿Cómo lidiar mejor con la toxicidad laboral?
Antes que nada, habría que dar un paso atrás para analizar la situación con frialdad. Preguntarse qué condiciones son negociables, cuáles no y cómo podemos evitar roces con personas molestas son algunos buenos primeros pasos para aclarar el panorama con el que tendremos que lidiar, al menos, algunas veces por semana.
Más allá de eso, tomar estos puntos en cuenta puede ser útil:
- Determinar cuáles son las prioridades más importantes, a nivel mental, físico y de competencias laborales.
- Evitar la competencia entre colegas del mismo rango.
- Cada hora, hacer un esfuerzo por caminar (aunque sea sólo en el pasillo), de manera que el cerebro se oxigene mejor y se desentuman los músculos.
- Y quizá lo más importante de todo: entender que sólo es un trabajo.
Si bien es cierto que estos puntos no son suficientes para solventar la ansiedad que la oficina representa actualmente, pueden servir como una pauta de acción cotidiana. Si el estrés, la ansiedad y los estragos físicos se vuelven insoportables, siempre es recomendable buscar ayuda profesional.
Fuente: Muy Interesante
