Vivimos en un mundo hiperconectado, donde abundantes ríos de información fluyen en todas direcciones, en ocasiones, con poco filtro para las mentiras y los bulos.
Pocas son las ramas de la ciencia que no lleven asociado algún tipo de planteamiento pseudocientífico que rechace o niegue de algún modo los hechos comprobados. A la biología se oponen corrientes como el creacionismo o el racialismo; la medicina y la psicología cuentan con abundantes pseudoterapias, como la homeopatía, la acupuntura o el reiki en la primera, y las terapias de conversión o la grafología en la segunda; muchas están relacionadas con la física, como la astrología, el movimiento antiantenas o las máquinas de movimiento perpetuo; o con la química, como la creencia en los chemtrails; la geología tiene las suyas propias, como el terraplanismo o la creencia en la tierra joven, y la climatología tiene el negacionismo del cambio climático; en la arquitectura encontramos el feng shui, y en la agricultura, la biodinámica; e incluso en la sociología y la historia hay movimientos pseudocientífios, como el ‘plan Kalergi’ o la hipótesis del tiempo fantasma.
Ante tal despliegue de ideas peregrinas, carentes todas ellas de cualquier fundamento científico, y algunas de ellas, incluso peligrosas para la salud física o mental, o para la misma defensa de los derechos humanos, la meteorología no podría ser menos, y cada cierto tiempo, las ideas pseudocientíficas de las cabañuelas.
¿Qué son las cabañuelas?
Un seguidor definiría las cabañuelas como un conjunto de métodos tradicionales —puede que, incluso, diga milenarios— de predicción meteorológica, consistente, principalmente, en observar con atención el tiempo que hará durante varios días concretos, y extrapolarlo después al resto del año.
Según la tradición, los días a observar pueden ser los doce primeros días del año; entonces el 1 de enero predice el tiempo en enero, el 2 de enero el de febrero, y así, hasta el 12 de enero, que predice el tiempo en diciembre. Otras corrientes observan los 12 primeros días de agosto, siguiendo un patrón de extrapolaciones similar.
Otro sistema más complejo es el de las cabañuelas murcianas, que recopilan la información durante los primeros 24 días de agosto; los 12 iniciales responden a las primeras quincenas de cada mes, en orden, y los otros 12, a las segundas quincenas, en orden inverso. Otra versión de cabañuelas ascendentes y descendentes se encuentra en Guadalajara, y toma los datos del 13 de diciembre al 5 de enero.
Algunos cabalistas de las cabañuelas pueden llegar a matizar o reevaluar sus predicciones con base en observaciones posteriores de determinados fenómenos que, en su propia consideración, son adecuados predictores del tiempo. La última moda es, al parecer, utilizar el comportamiento de las hormigas.
¿Por qué las cabañuelas son pseudociencia?
La meteorología es un campo de estudio extraordinariamente complejo. Para obtener predicciones realmente fiables es necesario recopilar enormes volúmenes de datos de variables muy distintas —temperatura, precipitación, velocidad y dirección del viento, nubosidad…— y establecer, a partir de ellas, modelos matemáticos tan complicados que un ordenador doméstico es incapaz de resolver.
Los resultados que se obtienen de esos cálculos son de tipo probabilístico; por eso es habitual que, en los pronósticos del tiempo, se indiquen algunas variables como la lluvia en términos de probabilidad, normalmente con porcentajes. Algunos escenarios son mucho más probables que otros, y el nivel de incertidumbre para esos resultados será mayor o menor según la exactitud y precisión de las mediciones iniciales, el conocimiento previo de la situación meteorológica, y lo cercano o lejano que esté el escenario pronosticado.
En otras palabras: es muy raro que un pronóstico de la AEMET se confunda de un día para otro, pero la incertidumbre es muy elevada si se trata de predecir el tiempo que hará dentro de dos semanas.
Esto es algo que se sabe desde hace bastante tiempo. De hecho, el conocimiento de esta complejidad a la hora de predecir el tiempo fue el que dio lugar a la teoría matemática del caos, y su célebre ‘efecto mariposa’, que se describe popularmente en términos meteorológicos: una mariposa bate sus alas en Pekín, y eso desata una tormenta en Nueva York.
Este enunciado no es arbitrario. El matemático Edward Norton Lorenz, en su obra La esencia del caos, describe brevemente cómo, durante la repetición de una simulación en 1961, al introducir en su primitivo ordenador un valor que tenía seis decimales redondeado a tres, la predicción calculada a dos meses era drásticamente distinta. Esos decimales que redondeó serían el batir de la mariposa, en la metáfora. Si tan importante es, en la elaboración de buenos pronósticos, conocer las variables con tal nivel de precisión y de exactitud, ¿cómo podrían las cabañuelas acertar con meses de antelación?
La respuesta es que no pueden. No existe ninguna relación entre el tiempo que hace el 5 de enero o el 10 de agosto, con el tiempo que hace durante el mes de mayo. De hecho, las adivinaciones de dos ‘cabañuelistas’ para unas mismas observaciones pueden y suelen ser distintas, y sus niveles de acierto respecto a las observaciones posteriores suelen ser equivalentes a las que se pueden obtener por mero azar.
En algunos casos excepcionales se dan aciertos más significativos, pero se explican por un conocimiento de las tendencias climáticas históricas de los últimos años —es fácil predecir viento en marzo, o tormentas en agosto en España—, y cuando un año se sale de esa tendencia, las cabañuelas vuelven a fallar. No es muy distinto a otras técnicas adivinatorias, como la lectura en frío y el efecto Forer.
Ninguna cabañuela predijo que el abril de 2023 sería el más seco y cálido desde que se tienen datos.
Predicciones arbitrarias en un calendario arbitrario
De hecho, ¿por qué del 1 al 12 de enero? ¿Por qué los primeros 24 días de agosto? ¿Por qué esas fechas en concreto y no, por ejemplo, octubre, o junio? Los días y meses del año en un calendario son formas arbitrarias de medir el tiempo. Es un sistema que los seres humanos de occidente han inventado para repartir los 365,25 días que tiene un año en fragmentos más manejables, útiles y fáciles de recordar. Otras culturas, de hecho, utilizan otros calendarios, con igual eficiencia.
El 1 de enero, o el 1 de agosto, no tienen nada de especial, más allá de ser el día en que nosotros, occidentales, hemos decidido que comienza un mes cuyos límites se definieron de forma totalmente arbitraria.
¿Se puede predecir el tiempo utilizando hormigas?
La última carta que queda en pie en el castillo de naipes de las cabañuelas es el de la observación de los comportamientos de los animales. Al fin y al cabo, algunas criaturas son mucho más perceptivas que los seres humanos a determinados cambios ambientales, y pueden anticiparse y cambiar su comportamiento ante la presencia de algún tipo de señal.
Concretamente, las hormigas, como muchos otros insectos, tienen una elevada sensibilidad a los cambios de presión atmosférica y la humedad. Este tipo de alteraciones suelen ser las primeras señales de un cambio de tiempo; un aumento en la presión suele indicar la entrada de un anticiclón, y un tiempo más cálido, mientras que una caída en la presión y un aumento de la humedad suele anunciar inestabilidad y lluvias. Estos valores son tan útiles en la predicción a corto plazo, que de hecho, las agencias de meteorología de todo el mundo emplean los mapas de isobaras, indicativos de la presión en la geografía, para sus pronósticos.
Observar animales sensibles a estos cambios de presión puede, por lo tanto, dar una idea vaga de un cambio de tiempo en las próximas horas, quizá en un día. Una información que se puede obtener, de forma mucho más rigurosa, precisa y exacta, con un barómetro comercial colocado en la ventana de casa.
En todo caso, la predicción no tendrá validez más allá de las próximas horas o del día siguiente a la observación, ni tampoco más allá del entorno local en que se ha realizado. No se puede predecir, con un simple cambio de comportamiento de un hormiguero, el tiempo que hará en toda una región en las próximas semanas.
Hay mucha información y muy útil que se puede obtener de la observación de comportamientos animales como las hormigas, incluso relacionada con el cambio climático, pero la predicción de los fenómenos que sucederán en un sistema tan complejo como es la atmósfera no es uno de ellos.
Afortunadamente, la ciencia dispone del método más fiable de predicción del tiempo: la meteorología. Un sistema que, día a día, es empleado no solo para informar del tiempo después de las noticias, sino también para saber en qué condiciones tendrán que despegar los aviones de un aeropuerto, cuánta energía eléctrica se va a poder generar al día siguiente a partir de fuentes renovables, o cuándo terminará una sequía que está asolando todo un país.
Fuente: MuyInteresante