Aterrizar en la Luna es uno de los desafíos más arduos de la ingeniería y la exploración espacial. A pesar de los avances tecnológicos significativos desde las últimas misiones tripuladas en la década de 1970, solo un puñado de aterrizajes no tripulados han logrado tocar la superficie lunar con éxito.
Así pues, a pesar de la miniaturización de la tecnología y los avances en la informática y la robótica, las misiones lunares deben superar enormes desafíos, entre los que se incluyen la precisión en la navegación espacial para llegar a la Luna, el aterrizaje seguro en un terreno que es impredecible y peligroso, y la supervivencia de los equipos en condiciones extremas de temperatura y radiación.
LA ODISEA DE ALCANZAR Y ATERRIZAR EN LA LUNA
El viaje al espacio ya es una hazaña, con la complejidad de escapar de la atmósfera terrestre y recorrer los aproximadamente 384.400 kilómetros hasta nuestro satélite natural. La preparación de una misión lunar debe superar obstáculos como la variabilidad térmica extrema, la radiación mortal y los posibles daños por micrometeoritos, sin mencionar la meticulosa planificación necesaria para asegurar que la nave espacial llegue a su destino previsto.
Una vez en órbita lunar, el desafío inmediato es determinar con precisión la ubicación, velocidad y orientación de la nave, aspectos cruciales para un intento de aterrizaje exitoso. Los sistemas de navegación y control de la nave utilizan datos complejos recopilados por sensores a bordo y transmitidos a la Tierra, donde los operadores de la misión ajustan la trayectoria según sea necesario.
ELEGIR EL LUGAR DE ATERRIZAJE
La elección del sitio de aterrizaje depende de múltiples factores, incluyendo los objetivos científicos de la misión y las características geológicas lunares. La topografía lunar, con sus altiplanos, valles y «mares» rocosos, ofrece tanto oportunidades científicas como riesgos significativos para el aterrizaje.
El momento del aterrizaje también es crucial debido a las largas duraciones del día y la noche lunar, que afectan directamente la disponibilidad de energía solar para las operaciones de la nave. Planificar el aterrizaje para asegurar suficiente luz solar sin arriesgar la misión a las extremas temperaturas nocturnas es un ejercicio de equilibrio delicado.
Odysseus, la última misión que ha logrado llegar a la Luna.
EL DESAFÍO DE ATERRIZAR
El proceso de aterrizaje se compara con el aterrizaje de aeronaves en la Tierra, pero sin la ayuda de sistemas de GPS o torres de radar. Las naves lunares deben confiar en sus sistemas de navegación y sensores para realizar un aterrizaje seguro, un proceso que se vuelve aún más complejo debido a la falta de infraestructura de apoyo en la Luna.
La fase final del aterrizaje implica maniobrar la nave para evitar peligros como grandes rocas y cráteres, utilizando sistemas avanzados de detección y evitación de peligros. Este proceso es crítico para asegurar un aterrizaje seguro, especialmente en terrenos irregulares.
El éxito de un aterrizaje se confirma cuando los sensores en las patas de la nave detectan contacto con la superficie lunar, señalando a los sistemas a bordo para apagar el motor principal y reactivar los sistemas esenciales para la comunicación con la Tierra.
PERSISTENCIA ANTE EL FRACASO: PEREGRINE
La reciente misión Peregrine, llevada a cabo por la compañía Astrobotic Technology, simboliza un hito significativo en la exploración lunar, marcando el regreso de Estados Unidos a la Luna después de varias décadas de ausencia.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del equipo de liderazgo para estabilizar la nave, se produjo una significativa fuga de combustible que obligó a replantear los objetivos originales de la misión: el aterrizaje lunar quedó descartado.
Ante este revés, los especialistas de Astrobotic están analizando qué información valiosa se puede extraer del trayecto realizado, buscando maximizar los beneficios de la misión a pesar de no alcanzar su meta principal.
Los otros propósitos de la misión incluían la ambiciosa tarea de la NASA de identificar presencia de agua en el satélite, junto con la medición de niveles de radiación y gases, y el estudio de la exosfera lunar. Estos objetivos buscaban enriquecer nuestro entendimiento sobre cómo la radiación solar interactúa con la superficie lunar, aportando datos cruciales para futuras exploraciones y posibles habitaciones humanas en la Luna.
Con todo, apesar de los numerosos desafíos y posibles fracasos, la exploración lunar continúa impulsada por el deseo de superar los límites de nuestro conocimiento y capacidad tecnológica. Cada misión, exitosa o no, proporciona lecciones valiosas que contribuyen al avance de la exploración espacial.
Fuente: National Geographic