En la actualidad, los astrónomos están convencidos de que nuestra galaxia, la Vía Láctea, es una de las galaxias espirales más grandes del Universo, pero al mismo tiempo desconocen su verdadero tamaño, la disposición de sus brazos y cómo están situadas las estrellas en su ignoto interior. Y es que el hecho de que la Tierra se encuentre ubicada en uno de los brazos exteriores de la galaxia hace mucho más difícil su comprensión global, además de ser mucho más complejo poder estudiarla con detalle. Sin embargo, durante la última década, un equipo de investigadores del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre (MPE) ha conseguido identificar en la Vía Láctea una estructura que hasta ahora era desconocida.
Alrededor del bulbo galáctico, donde se concentran las estrellas más luminosas del centro de la galaxia, los científicos han logrado identificar un anillo interior de estrellas ricas en metal y mucho más jóvenes que las que componen el propio bulbo. Según apuntan los investigadores del MPE en un estudio publicado en Astronomy & Astrophysics, las edades de las estrellas situadas en ese anillo podrían indicar que el corazón de la Vía Láctea debió de formarse hace al menos 7.000 millones de años. Pero, como se ha apuntado, nuestra posición en la galaxia hace que esa región sea muy difícil de observar ya que las estrellas se ven oscurecidas por densas nubes de gas y polvo. Sin embargo, durante la última década, los científicos del MPE han podido combinar algunos datos obtenidos en anteriores campañas de observación con sofisticadas simulaciones y han creado un modelo de última generación del interior de nuestra galaxia. Shola M. Wylie, autora principal del estudio, explica que para lograrlo se integraron los datos de más de 30.000 estrellas con sofisticados programas para obtener las órbitas completas y, de este modo, poder observar lo que se esconde detrás del bulbo galáctico.
Alrededor del bulbo galáctico, donde se concentran las estrellas más luminosas del centro de la galaxia, los científicos han logrado identificar un anillo interior de estrellas ricas en metal y mucho más jóvenes que las que componen el propio bulbo.
Es verdad que ya se habían observado antes anillos internos de formación de estrellas en otras galaxias en espiral, pero no estaba claro que la Vía Láctea también tuviera uno. De hecho, para separar las estrellas en las estructuras del anillo y del bulbo, los científicos tuvieron que servirse de la excentricidad de las órbitas, es decir, el grado de desviación de sus órbitas de la forma circular. Entonces saltó la sorpresa cuando los investigadores comprobaron que las estrellas situadas en el anillo son más jóvenes y ricas en metales que las situadas en la barra central.
Sin embargo, según los científicos, para saber si existe una conexión entre el recién descubierto anillo interior y los brazos espirales de la galaxia, serán necesarios aún muchos estudios que permitan una mejor comprensión de la transición de este anillo hacia el disco circundante de la Vía Láctea.
Fuente: National Geographic