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Kraken: el monstruo marino que engullía barcos

La criatura de las sagas nórdicas podría ser un esquivo calamar gigante de 14 metros que vive en las profundidades del océano

En las sagas y crónicas nórdicas de la Edad Media se menciona a un terrorífico monstruo marino del tamaño de una isla, que se movía por los mares entre Noruega e Islandia. La saga islandesa de Örvar-Oddr, del siglo XIII, hablaba del «monstruo más grande del mar», que se tragaba «hombres y barcos, e incluso ballenas». Estas intrigantes noticias se retoman en textos posteriores, como la crónica del sueco Olaus Magnus, del siglo XVI, que describía criaturas colosales capaces de hundir un barco.

En el siglo XVIII, tales historias seguían circulando, y de hecho fue entonces cuando se empezó a conocer al monstruo con el nombre de «kraken», término noruego que se refería a algo retorcido. En 1752, el obispo de Bergen, Erik Ludvigse Pontoppidan, habla del kraken en su Historia natural de Noruega: «Una bestia de una milla y media de longitud, que si agarrara al buque de guerra más grande, lo arrastraría hasta el fondo», y especifica que «vive apostado en el fondo marino y sólo sube a la superficie cuando es calentado por el fuego del infierno».

Los marineros explicaban exageradas historias sobre encuentros en alta mar con pulpos y calamares de decenas de metros de longitud, capaces de engullir un barco. En Historia natural general y particular de los moluscos (1801), Pierre Denys Monfort relataba el ataque sufrido por una embarcación francesa en las costas de Angola e incluía este dibujo que recreaba la escena, según las explicaciones de

VISTOS EN ALTA MAR

En estas descripciones hiperbólicas no todo era imaginario. Pontoppidan, por ejemplo, anotaba que «las descargas del animal enturbian las aguas». Por tanto, podría tratarse de un calamar: un calamar gigante. La historia del kraken se relacionaba con las peripecias de marineros en mares ignotos que contaban a la vuelta lo que habían visto y vivido. Si los marinos nórdicos se habían limitado al Atlántico norte, en la época moderna el campo de observación se amplió a todo el Pacífico.

Algunos marineros hablaban del «Diablo rojo», un calamar que atrapaba y devoraba a náufragos. Otros se referían a animales marinos insaciables que alcanzaban 12 o 13 metros de largo. Los testimonios de oficiales de marina que describían encuentros con estos seres se sucedían, sembrando el desconcierto entre los científicos. El célebre naturalista sueco Carl von Linneo, padre de la taxonomía moderna, incluyó al kraken en su Systema Naturae (1735), pero la mayoría de científicos no estaban preparados para asumir la existencia del terrible monstruo nórdico.

Los marineros hablaban de criaturas que superaban los 10 metros de longitud cuyas descargas enturbiaban el agua

Un ejemplo de esta cerrazón fue el injusto destino del naturalista francés Pierre Denys de Montfort. En1801, en su Historia natural general y particular de los moluscos, Montfort recogió «los animales más enormes que existen en el planeta»: el pulpo colosal y el pulpo kraken. Se basaba en los relatos nórdicos y de marineros contemporáneos, que puso en relación con un animal similar citado por el naturalista romano Plinio el Viejo. Montfort incluyó en su obra el dibujo del ataque a un buque por un enorme pulpo –supuestamente ocurrido en las costas de Angola– que se convertiría en la imagen icónica del kraken, pero que provocó el rechazo unánime de la comunidad científica y el descrédito de por vida de su autor.

Pese a ello, los testimonios sobre la existencia de este animal legendario se sucedían. El capitán ballenero Frank Bullen describió el avistamiento, sin ningún género de dudas, de un «gigantesco pulpo en combate con un cachalote». Según su descripción, tenía los ojos situados en la base de los tentáculos, lo que apoya la idea de que se trataba de un gran calamar.

Los bestiarios medievales hablaban de criaturas colosales, tan grandes que eran confudidas con islotes por los marineros. Este grabado del siglo XVI, incluído en la Historia de los animales, de Conrad Gessner, muestra a unos incautos marineros haciendo un fuego sobre uno de estos animales míticos llamado ballena del diablo.

UN ENCUENTRO DEFINITIVO

El episodio que supuso un antes y un después en la historia del calamar gigante se produjo en 1861. El vapor francés Alecton encontró un cefalópodo de seis metros de longitud al nordeste de Tenerife, en aguas del Atlántico. Su comandante, el capitán de fragata Frédéric Bouyer, relató el encuentro en un informe a la Academia de las Ciencias Francesa: el animal «parecía querer evitar la nave», pero el capitán se dispuso a cazarlo disparando arpones y fusiles contra él. Incluso mandó «izarlo a bordo atando un cabo alrededor de su cuerpo», pero finalmente la criatura «se zambulló» en las profundidades. Aun así, Bouyer se quedó con un fragmento del calamar que hizo llegar al prestigioso biólogo Pierre Flourens.

El calamar gigante irrumpió por derecho propio en la literatura con obras como Los trabajadores del mar, de Victor Hugo, o Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne. Siempre ávido de nuevos descubrimientos científicos, Verne describió en su obra el encuentro del Alecton y todas las referencias míticas e históricas al animal. También incluyó el ataque de un calamar al propio submarino Nautilus. Los científicos, por su parte, analizaron los testimonios de marinos y los restos de calamar recuperados del mar o varados en la playa y llegaron a la conclusión de que correspondían a una especie particular de calamar, que denominaron Architeuthis dux.

El calamar gigante puede llegar a medir 14 metros y tiene como único enemigo natural al cachalote

Todavía hoy es éste un animal misterioso. Casi nada se sabe de su ciclo vital y sus costumbres, ni siquiera si se trata de un único tipo de calamar o de varios. Tan sólo ha podido ser filmado de manera esporádica por un equipo científico japonés en 2006, por una expedición científica en México en 2007 y un canal norteamericano en 2012. En todo caso, su tamaño ronda los 10 metros en el caso de los machos y 14 metros en el de las hembras. Su ojo, el más grande del reino animal, puede medir hasta 30 centímetros de diámetro, el tamaño del tapacubos de un coche.

En las profundidades extremas del Cantábrico proliferan los calamares gigantes. Los marineros y pescadores asturianos están tan acostumbrados a avistarlos en sus aguas que incluso les han puesto un nombre común, peludines. Unos operarios trasladan el cadáver de un calamar gigante varado en la costa de Luarca, en Asturias.

LA MORADA CANTÁBRICA

El hábitat de estos animales se sitúa en las profundidades extremas, sobre todo del océano Pacífico, pero también del Atlántico. Por ejemplo, encuentra refugio en el cañón de Avilés, que se hunde a 5.000 metros de profundidad frente a la costa asturiana. Desde siempre, los pescadores del lugar están acostumbrados a encontrarlo cuando salen a faenary nunca dieron demasiada importancia a la controversia sobre su existencia. Les es tan familiar que tiene su particular nombre vernáculo: peludín. Y desde 1997 cuenta con un museo en su honor, en Luarca.

Peludín o Architeuthis, lo cierto es que el kraken es un animal real, aunque no tan fiero como la criatura salida de la imaginación nórdica y los bestiarios renacentistas. Tan real que sólo nuestro secular abandono de la exploración submarinay los avances de la ciencia nos separan de su pleno conocimiento y estudio. Entre tanto, su misterio seguirá alimentando a una legión de criptozoólogos empeñados en resucitar no sólo al kraken y otras bestias terribles, sino a las criaturas más románticas de las viejas leyendas marineras.

Fuente: National Geographic

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