Aunque no lo pareciera, Salvador Dalí era un hombre metódico. Especialmente, cuando se trataba de producir nuevas ideas. En su estudio en Cadaqués —luego en París, y en otras capitales culturales de Europa—, tenía dispuesta una cama perfectamente tendida. Era importante tener así, porque era una pieza clave para su proceso creativo.
Cuando se le acababan las ideas, Dalí se ponía la pijama, se metía a la cama y ajustaba un despertador para sonar algunos minutos más tarde. Sólo entonces cerraba los ojos, obligándose a sí mismo a entrar en un estado de relajación profundo.
En el umbral de la vigilia, cuando algunas imágenes oníricas empezaban a aflorar frente a sí, el timbre agudo del reloj lo despertaba. Ésta es la razón.
Para combatir el cerebro seco
Salvador Dalí sabía que no todo el mundo puede tener una cama preparada en su lugar de trabajo. Por ello, en un ensayo que publicó en la década de los 50 —bajo el título 50 secretos de la artesanía mágica—, describió un proceso más pragmático para quienes sufrieran de cerebro seco. Antes que nada, explicó el artista, habría que encontrar una silla cómoda:
“Debes sentarte en un sillón huesudo, preferiblemente de estilo español”, escribió. Específicamente en la mano izquierda, habría que empuñar una llave pesada, suspendida en un plato. Luego, “sólo tendrás que dejarte invadir progresivamente por un sereno sueño vespertino, como la espiritual gota de anís de tu alma que sube en el terrón de azúcar de tu cuerpo”.
Dalí encabezó el movimiento surrealista. Para pesar de algunos contemporáneos suyos —colegas y rivales políticos, a veces al mismo tiempo—, se ganó el amor de las cámaras y la mirada pública por su irreverencia y genio para las relaciones públicas. A pesar de su carácter extravagante y cínico, se entregó a la pintura, al ensayo, al cine y a otros medios artísticos para probar los límites de la vigilia.
Fetiches, alucinaciones y otras sombras del inconsciente aparecían frente la mirada adormilada de Dalí. De esta manera, le era más sencillo traer ideas desde el plano onírico hasta la consciencia. Sin embargo, podría ser que este método no se limite a potenciar la capacidad artística de las personas.
¿Este método realmente funciona?
Delphine Oudiette y su equipo en el Brain and Spine Institute de París querían confirmar que la teoría de Salvador Dalí para generar ideas nuevas era efectiva. Más allá de sus extravagancias y excentricidades, podría ser que el artista catalán tuviera algo de razón en su propuesta creativa.
“Mostramos que este período entre la vigilia y el sueño es realmente muy inspirador para la creatividad, y tomar una siesta con un objeto en la mano podría ayudar a aprovechar este punto dulce creativo”, explica la neurocientífica a Scientific American.
Para ello, se tomó una muestra de 103 voluntarios para realizar el estudio. La idea era que resolvieran problemas matemáticos. Cuando se atoraban en el proceso, explica la revista, tomaban una siesta rápida. Los investigadores a cargo de Oudiette cayeron en la cuenta de que quienes “tomaban micro siestas tenían casi tres veces más probabilidades de descubrir el truco de resolución de problemas“, en contraste con quienes no se dormían.
“Ese es un resultado bastante masivo”, se asombra la experta. Según los resultados del estudio, al seguir el método de Dalí para conseguir ideas nuevas se obtiene ‘lo mejor de dos mundos’. Aunque pierdes el control de los pensamientos, se obtienen asociaciones dispersas, que ayudan a las personas a encontrar caminos diferentes para resolver problemas.
Recuerdos y asociaciones aleatorias juegan un papel igualmente importante en el proceso creativo. “Pero al mismo tiempo, mantienes cierta conciencia que puede ayudarte a reconocer cuando tienes una gran idea”, concluye la líder del proyecto. Tal vez, el surrealismo no estaba tan desviado de la Razón después de todo.
Fuente: Muy Interesante