Ha comenzado el mes de mayo y los reportes de actividad económica del primer trimestre de 2023, nos pintan ya una primera mitad del año bastante dramática.
A mediados de abril nos enteramos por conducto del INEGI, que el arranque del año no fue tan malo, de hecho, podríamos decir que, dada la recuperación postpandemia y la tendencia del último semestre de 2022, le fue bastante bien a México.
Las buenas
Al cierre de 2022, el indicador estaba a penas en 0.5%, pero para el cierre de marzo logró un desempeño fuera de pronóstico de 1.1%; cierto, aún está muy por debajo de las estimaciones oficiales, pero no deja de llamar la atención, sobre todo si observamos la tendencia del último semestre de 2022 (3T 0.91%, 4T 0.46%).
Con este incremento, la economía mexicana liga seis trimestres creciendo, otra vez el crecimiento es marginal, aún pequeño; sin embargo, hay economías que aún no pueden hablar de recuperación ni siquiera a esos niveles.
Este incremento estuvo a cargo del sector servicios, que creció 1.5% siendo el rubro de mejor desempeño, seguido de la actividad secundaria que creció 0.7% y contrasta con la contracción de las actividades primarias de 3.2% (y al que le van a quitar los servicios financieros que le brindaban ingresos a través de la Financiera Rural)
Las malas
Al mismo tiempo la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) publicó el desempeño con base en el gasto y la recaudación de impuestos para el mismo periodo y la sorpresa fue que los ingresos cayeron en un 5.5%.
El Gobierno obtiene ingresos básicamente por venta de petróleo y recaudación de impuestos; por un lado, comparado con el mismo periodo de 2022, los ingresos petroleros disminuyeron sustantivamente 18.3%.
Por otro lado, la recaudación de impuestos también disminuyó en 4.2%, la recaudación tanto del IVA como del ISR, cayeron 6.4% y 4.3% respectivamente lo que ha llevado a este indicador por debajo de lo proyectado por el gobierno, el año pasado en su intención de gasto proyectado para éste año.
¿Entonces?
Bueno, en primer lugar esto es un resultado poco halagüeño, porque describe una situación peligrosa: si los ingresos por recaudación de IVA bajan pero el PIB está creciendo, significa que la economía es cada vez menos formal, que hay cada vez menos gente o empresas, que están facturando, pero eso no significa que no estén cobrando. Eso es peligroso sobre todo para el consumidor.
Por otro lado, cuando un Gobierno con cada vez menos ingresos y enormes gastos, que además no tiene intensión ni de aumentar la base tributaria ni los impuestos, se ve obligado a una de dos cosas (o ambas): una que ya estamos viendo, recortar presupuesto para secretarías y dependencias (o desaparecerlas, como es el caso) o endeudarse, que eso también está pasando pero de manera menos estridente.
Obviamente la 4T no va a dejar de inyectarle recursos a los sectores que le garanticen el voto y su permanencia, por lo que podemos esperar que la economía siga yéndose a la informalidad por una razón: es más rentable.
Qué lejos estamos del punto donde inició este régimen en 2018 y que profunda es la caída que se avecina para las siguientes generaciones… no, más bien para el siguiente sexenio.
Escríbame, me interesa conocer su punto de vista.
