Hace 102 años el arqueólogo Howard Carter iluminaba con su vela el interior de la tumba del faraón Tutankamón, convirtiéndose en la primera persona en 3.000 años que lo veía. La magnitud del contenido de ese espacio queda resumida en la mítica frase que pronunció al contemplarlo: «es maravilloso».
Carter descubrió la tumba de Tutankamón en 1922 y pasó la siguiente década excavando, fotografiando y catalogando los miles de objetos que abarrotaban las cuatro habitaciones que componían el enterramiento.
En la cámara mortuoria, el arqueólogo británico tardó dos años y medio en abrir las cuatro capillas que albergaban el sarcófagoy los tres ataúdes antropomorfos que protegían el cadáver del faraón niño (como un complicado y precioso juego de muñecas rusas).
Durante este proceso, Carter halló alguna de las piezas más valiosas de la egiptología: la máscara de oro macizo que cubría el rostro de la momia, la pieza más icónica del antiguo Egipto, y también otras preciosas joyas, como los propios sarcófagos, e incluso un arma extraterrestre.
La tumba del tesoro
La tumba de Tutankamón estaba compuesta de cuatro habitaciones. La primera, una antecámara a la que se accedía por un pasillo subterráneo. Allí se hallaron muebles, ropa, armas e, incluso un carro, además de amuletos y joyas para el faraón en el más allá. A su derecha (en esta infografía 3D) se encontraba la cámara funeraria con el sarcófago del faraón, tapiada por una pared que no está dibujada. Otras dos cámaras anexas completaban la tumba, con objetos del ajuar del rey así como los vasos canopos que guardaban las vísceras del faraón.
Descanso eterno
La cámara funeraria era la estancia más grande de la tumba de Tutankamón. Acogía las cuatro capillas que contenían el sarcófago con los restos del faraón. Era la única estancia decorada con pinturas murales. En la pared este, doce babuinos saludan al dios Re en su peligroso viaje nocturno de 12 horas a través del inframundo. Al lado, en el muro norte, Osiris abraza a Tutankamón, que aparece seguido por su ka o fuerza vital. En la actualidad tan solo se conserva, en el centro de la sala, el sarcófago de calcita, en el que descansa momia de Tutankamón, cubierto por una gruesa vitrina de vidrio
Las cuatro capillas
Casi todo el espacio de la cámara funeraria estaba ocupado por cuatro grandes capillas de madera decorada con láminas de oro metidas una dentro de la otra. La más externa estaba decorada con el tyt o nudo de Isis, y el pilar dyed y solían representarse asociados en las tumbas como símbolos del bienestar en la otra vida y la estabilidad. Las otras tres capillas estaban decoradas con fragmentos del Libro de los muertos, el Libro de la vaca divina y el Libro de Amduat y divinidades como Isis, que tenía un papel fundamental en la resurrección de su esposo Osiris.
El sarcófago
Dentro de la última capilla, y en el centro exacto de la estancia, se encontraba un sarcófago de cuarcita. Las diosas Isis, Neftis, Neit y Selket protegían la caja, cada una en una esquina con sus alas extendidas y unos textos que completan la decoración.
Un gran ataúd antropomorfo
Una vez levantada la tapa del féretro, Carter se encontró con un gran ataud antropomorfo de madera revestido con pan de oro con cuatro asa para colocarlo en su lugar. Unas las parecen abrazarlo desde atrás como símbolo de protección divina. En la imagen sobre estas líneas, aparece este ataúd junto a una arqueóloga durante un proceso de restauración antes de ser exhibido en el Gran Museo Egipcio.
Una segunda capa
El ataúd exterior tenía una forma extraña y un excesivo peso y la razón se vio al abrir su tapa. En su interior apareció un segundo ataúd, también antropomorfo y que encajaba perfectamente en el primero. En la imagen puede observarse el complejo proceso de extracción de este segundo cofre, bocabajo y con un sistema de poleas.
Abrazo protector
Como en el primer ataúd, el faraón es abrazado por unas alas protectoras. En este caso se trata de la diosa buitre Nejbet, diosa protectora del Alto Egipto, y del nacimiento de los dioses. En el detalle sobre estas líneas puede observarse como parece surgir de este ave divina el uadyet o serpiente divina, la diosa protectora del Bajo Egipto y del faraón.
Un tesoro embotado
Al retirar este segundo ataúd, Carter y su equipo se dieron cuenta que todavía pesaba demasiado para contener tan solo una momia y su ajuar, y al abrir su tapa vieron otro magnífico ataúd, esta vez de oro macizo cubierto de sudarios de lino y de guirnaldas de flores. La sorpresa fue mayúscula ya que esa «increíble masa de oro puro» estaba cubierta por una resina negra que se había derramado durante la ceremonia de entierro. Arriba Carter y un ayudante en un momento de la retirada meticulosa de esa lámina negra que escondía el magnífico tesoro.
Su peso en oro
Este último ataúd es una enorme masa de oro y piedras preciosas de 110 kilogramos. El motivo principal de la decoración es, como en los dos anteriores, las plumas de aves que cubren el cuerpo del faraón. Pero esta vez cinceladas sobre el oro macizo. En el pecho aparecen las imágenes de la cobra y el buitre con las alas extendidas para proteger al monarca.
Imagen fiel
El rostro del faraón está especialmente bien conseguido. A diferencia del segundo ataúd, el primero y este tercero muestran rasgos muy similares, lo que ha hecho pensar que ambos fueron elaborados para Tutankamón mientras que el intermedio fue reaprovechado de otra persona debido a lo repentino de su muerte.
Dentro de este tercer ataúd, los arqueólogos hallaron la momia de Tutankamón, pero las sorpresas no acabaron. Howard Carter se encontró con la máscara de oro del faraón. Un trabajo de orfebrería de una habilidad superlativa. Consiste en dos láminas de oro cinceladas con el rostro del gobernante, tocado con el nemes y las divinidades protectoras incrustadas en su frente. El amplio collar que cubre su pecho está realizado con piedras semipreciosas y cristales. Los lóbulos de las orejas presentan sendos orificios, pero en el momento del descubrimiento no había pendientes, sino que estaban rellenos de oro.
Los amuletos del difunto
La momia de Tutankamón estaba acompañada de diversos amuletos para proteger al rey en la otra vida, como este collar de tres escarabajos. Los tres escarabajos de lapislázuli están engastados en oro y coronados por un disco solar y debajo de los insectos el signo del cesto. El conjunto recuerda al nombre del faraón que incluye estos tres elementos. Del conjunto cuelgan cuatro flores de loto. El contrapeso muestra a una divinidad arrodillada, tal vez en posición de sostener el cielo. En este caso, sostiene el cartucho con el nombre de pila del faraón, su título y el epíteto, «el buen dios, Nebkheperure, elegido por Amón-Ra».
Un puñal extraterrestre
Dentro de las envolturas del faraón se hallaron también dos dagas, una de oro decorada con un diseño de abanico. La otra pieza, un cuchillo de oro, no sería tan impresionante desde el punto de vista artístico pero sí más sorprendente. Encontrado junto al muslo derecho, los análisis han revelado que el material con el que fue fabricado no procede de la Tierra. La hoja contiene un 11 por ciento de níquel y un 0,6 por ciento de cobalto, lo que demuestra que el metal procedía de un meteorito. Fue realizada fuera de Egipto, seguramente por artesanos hititas, y debió ser regalada al faraón como un presente para mantener buenas relaciones.
Fuente: Historia | National Geographic