La historia de la aviación mexicana es tan atractiva como sorprendente y aleccionadora. Fue un 8 de enero de 1910, cuando en los llanos de la colonia Balbuena, en donde actualmente se ubica el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, el piloto Alberto Braniff –quien había tenido la oportunidad de estudiar en la Escuela de la Fábrica de Aviones Voisin, en Francia– alzó el vuelo de una aeronave en la Ciudad de México. Ese día inolvidable es considerado el inicio de esta industria en el país y toda Latinoamérica.
Durante estos casi 125 años dos aerolíneas han estado intrínsecamente ligadas al desarrollo nacional: Compañía Mexicana de Transportación Aérea (Mexicana de Aviación) a la cual en 1921 le fue otorgada la primera concesión para operar la ruta México–Tuxpan–Tampico–Laredo–Matamoros–Saltillo–Monterrey–San Luis Potosí; iniciando así el primer servicio aéreo regular.
La otra compañía, Aeronaves de México (Aeroméxico) que está cumpliendo 90 años de vida y cuyo primero vuelo tuvo lugar en 1934, cuando el ahora legendario Stinson SR realizó la ruta México–Acapulco. Se trataba de un monoplano de ala alta y cabina cerrada, el cual tenía capacidad para solamente cinco pasajeros y lograba realizar la travesía en 1 hora con 40 minutos. Para disfrutar de esa maravillossa experiencia, y tocar las nubes en el cielo, había que adquirir un boleto con un costo de 30 pesos mexicanos.
TIEMPOS DE AMOR Y PRIMERA CLASE
Hacia la mitad del siglo XX, la aviación mexicana ya había demostrado que estaba lista para tener un gran auge; sobre todo, a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando se estrechó la relación entre México y Estados Unidos. Entonces se edificaron aeropuertos en Mazatlán, Tampico, Veracruz, Ciudad del Carmen, Mérida, Cozumel e Ixtepec.
En los años 60 una nueva oleada de relucientes terminales aéreas se sumó en lugares como Minatitlán, Villahermosa, Ciudad del Carmen, Campeche, Oaxaca, Tapachula, Hermosillo, Mexicali, Chetumal, entre otras.
En tanto, Aeroméxico agregaba nuevos aviones que le permitían transportar a más pasajeros, como el Britannia –uno de los primeros aviones de la firma en incorporar la tecnología de radar, así los pilotos podían ver las condiciones meteorológicas de la ruta– y los modelos Douglas de la serie DC-10, los primeros en contar con proyección de películas y una gran cabina dividida en tres secciones, una de ellas destinada a la primera clase.
Aunque fue a bordo del Britania 302, cuando en 1957 llegó el lujo de la primera clase, en dos rutas internacionales: Los Ángeles y Nueva York. El glamour de la época y el destino neoyorquino hacia que los sobrecargos tuvieran hasta cuatro uniformes diferentes para atender a los 92 pasajeros en el vuelo. El avión estaba dividido en dos secciones, Primera Clase con todo y un salón para fumadores y Clase Turista. Entonces, los alimentos eran preparados a bordo de la aeronave y se servía en vajilla y fina cristalería.
Durante estos años, la aviación mexicana continuó desarrollándose, pues se instalaron los primeros radares de control de tráfico aéreo, los cuales permitieron a los aviones enviar información continua sobre las características de vuelo en código alfanumérico. Asimismo, se comenzó a emplear el primer sistema de aterrizaje por instrumentos o ILS (luces de aproximación), en una de las pistas del Aeropuerto Internacional Benito Juárez.
VÁMONOS DE VACACIONES
El auge de esta industria inició un periodo de alentamiento durante los años 70 con los primeros indicios de la crisis económica. Por aquellos años de liberación femenida se comenzó un plan de permitir la inversión privada en los aeropuertos, a través de concesiones, lo cual fructificó una década después cuando la actividad aérea empezó a ser parte fundamental del fomento al turismo, mediante la oferta de vuelos, mejores tarifas y la competencia entre diferentes aerolíneas.
Asimismo, el 11 de enero de 1984, Aeroméxico y Mexicana de Aviación pusieron en operación un simulador de vuelo para aviones DC-10, el cual contaba con la tecnología para capacitar a pilotos activos mediante un sistema visual que era capaz de reproducir varias situaciones de vuelo, condiciones meteorológicas, así como recrear pistas de los aeropuertos en donde operaban ambas compañías.
Sin embargo, fue hasta los primeros años del siglo XX cuando se tomó la decisión que “transferir los aeropuertos” a la iniciativa privada y se formaron tres grandes grupos regionales: Grupo Aeroportuario Centro Norte u OMA; Grupo Aeroportuario del Sureste o ASUR y Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México; este último en realidad fue producto de una conformación diferente de carácter federal y a cargo de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Mientras que las tecnologías digitales llegaron a las aerolíneas para facilitarla la vida a los viajeros. Por ejemplo, en 1998 Aeroméxico creó su sitio web; sin embargo, fue hasta 2010 cuando los usuarios pudieron comprar boletos y realizar su check-in por esta vía. Dos años más tarde la compañía lanzaría su primera aplicación para dispositivos móviles.
Y casi 125 años después, de aquel 8 de agosto de 1910, la aviación mexicana aquí está con otro avión a punto de tomar la pista para despegar.
Fuente: forbes