Cuenta la leyenda que ya hace algunos años, para ser exactos en 1915, en el camino de Icamole a Milagro, Nuevo León; se enfrentaron villistas y carrancistas y hubo gran cantidad de muertos. Entre ellos estaba un soldado de nombre Roberto Cisneros Jaramillo, cuyo cuerpo quedó cerca de un árbol del Camino Real.
Aquí hay varias teorías; unos creen que era villista, otros que carrancista, otros que era un seminarista. También hay quienes lo recordaban como un hombre que ayudaba siempre a sus compañeros. Si bien no se sabe de qué ejército era, su leyenda nacería pronto.
Pocos días después dos pastores de cabras lo encontraron y al ver que había sufrido de una gran agonía, decidieron sepultarlo al pie de un árbol de anacahuita; sólo lo cubrieron con piedras para evitar que los animales del monte se lo comieran. Los pastores, temerosos de que no les creyeran lo del soldado, no contaron a nadie sobre lo que habían hecho.
Días más tarde, la gente aseguraba ver a un soldado sentado en el Anacahuita. Pero, poco a poco, la gente se encomendó al ánima para pedirle su ayuda.
Un ferrocarrilero se detuvo en la madrugada cerca de la tumba, para pedirle al ánima del soldado que lo curará de las fiebres tan altas que tenía y que a cambio de curarlo, él se encargaría de darle una sepultura digna. Una vez que se curó el maquinista cumplió con su palabra.
Después, la gente comenzó a cortar la madera del árbol donde había quedado muerto el soldado al creerlo milagroso. Entonces, además de la tumba, se construyó una capilla para el ánima.
Después de todo el tiempo que ha pasado, muchas personas de diferentes lugares de Nuevo León, acuden a esta capilla a pedirle algo al ánima del soldado y algunas lenguas dicen todavía ver el espíritu el soldado rondando por ese lugar