Durante más de una década, he tenido el privilegio de liderar transformaciones en el sector educativo desde distintos continentes, instituciones y roles ejecutivos. También he podido ver crecer a nuevas universidades disruptivas, diseñando programas para niños, adolescentes, hasta lanzando trayectorias de aprendizaje para ejecutivos globales y del Silver Economy. A lo largo de este camino, he sido testigo de una tendencia que ha ido creciendo a nivel mundial: la forma en la que las personas acceden a oportunidades profesionales está cambiando radicalmente, y con ello, también la manera en que concebimos la educación y el aprendizaje.
La creciente adopción del skills-based hiring, o contratación basada en habilidades, está desafiando el modelo clásico centrado en diplomas y credenciales académicas. Muchas empresas del sector de tecnología o consultoría como Google, Accenture o LinkedIn ya no exigen un título universitario como condición para acceder a empleos competitivos. Lo que realmente está marcando la diferencia es la demostración de habilidades concretas, verificables y aplicadas en situaciones reales.
Este cambio no es anecdótico. Según el World Economic Forum, más del 50% de los empleados a nivel mundial requerirán una reeducación o actualización de habilidades antes de 2027. La velocidad con la que evolucionan los mercados y las tecnologías ha generado una brecha entre lo que tradicionalmente enseña el sistema educativo y lo que realmente demandan las organizaciones. Y, ante esta desconexión, el mercado laboral está reaccionando.
Entonces, ¿cómo están respondiendo las organizaciones educativas, desde K-12 hasta la universidad y formación ejecutiva, ante este cambio de paradigma en los nuevos espacios de trabajo?
Del currículo tradicional al portafolio de habilidades del futuro
El modelo de contratación basado en habilidades se fundamenta en un principio simple pero revolucionario: lo que una persona puede hacer importa más que dónde lo aprendió. Por eso, en lugar de revisar sólo un CV con nombres de universidades, muchas empresas están comenzando a evaluar portafolios, microcertificaciones, proyectos realizados o incluso pruebas en vivo.
Esto no quiere decir que los diplomas tradicionales vayan a desaparecer, sino que ya dejan de ser el único pasaporte hacia el éxito profesional. Cada vez más, veremos una convivencia entre rutas formales, informales y autodidactas de aprendizaje. Los programas universitarios también se están adaptando gradualmente, integrando trayectorias modulares (stackability), badges digitales y colaboraciones con el sector empresarial que validan estas habilidades.
En este nuevo escenario, las universidades están adquiriendo una oportunidad histórica, pasando de ser centros de conocimiento estático a convertirse en ecosistemas de aprendizaje continuo y personalizado. Ya no se trata de “formar para el futuro”, sino de formar en tiempo real para la vida real, en función de lo que cada individuo necesita para sus objetivos profesionales.
En mi experiencia dirigiendo la estrategia de nuevos portafolios de Educación Continua de una universidad con presencia en todo el continente, he aprendido que las soluciones deben ser flexibles, escalables, hiper-personalizadas y enfocadas en el impacto del aprendedor. Es decir, no basta ya con ofrecer cursos transaccionales, sino con diseñar experiencias de aprendizaje que se traduzcan en cambios profesionales y personales medibles en el tiempo. Y para lograrlo, las instituciones educativas deben actuar más como orquestadoras que como proveedoras, colaborando con empresas, gobiernos y otras universidades para co-crear rutas de aprendizaje integradas.
A nivel global, varias instituciones ya están rediseñando sus programas educativos en función del skills-based hiring. Por ejemplo, la Universidad Estatal de Arizona (ASU) ha integrado credenciales digitales y micro-certificaciones que los estudiantes pueden ir obteniendo a medida que desarrollan habilidades específicas, como análisis de datos, pensamiento crítico o sostenibilidad. De forma similar, Northeastern University en Boston ha establecido alianzas estratégicas con empresas como IBM y General Electric para ofrecer programas de experiential learning directamente conectados con las demandas del mercado laboral.
En Europa, la Universidad de Helsinki está promoviendo el modelo de competency-based education para carreras STEM, mientras que en América Latina, instituciones como el Tecnológico de Monterrey están liderando procesos de diseño curricular centrado en retos reales, habilidades transferibles y experiencias interdisciplinarias con empresas que fortalecen la empleabilidad.
En el ámbito técnico y vocacional, el Miami Dade College ha sido una de las pioneras en Estados Unidos en ofrecer programas basados en industry credentials validados por empresas tecnológicas y de salud, facilitando la inserción laboral de miles de estudiantes en menos de un año.
Esta evolución también alcanza a nuevas universidades disruptivas como Minerva University, que ha creado un modelo global basado en la resolución de problemas complejos mediante proyectos, la aplicación de pensamiento crítico y habilidades blandas, alineando su currículo con las competencias transversales más demandadas en la actualidad.
Life-long learning: “Sí para toda la vida”
El paradigma también se transforma en cuanto a la temporalidad del aprendizaje. Ya no hablamos de estudiar durante los primeros 20 años de vida para luego “trabajar hasta jubilarse”. En la era de la longevidad extendida y de la disrupción constante, el aprendizaje está empezando a acompañar a las personas durante toda su vida. De hecho, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) afirma que los países que no desarrollen modelos efectivos de Life-long learning quedarán marginados económica y socialmente.
El auge del skills-based hiring es entonces un acelerador de este cambio, ya que obliga a las personas a mantenerse actualizadas y a construir una trayectoria profesional basada en la mejora continua. Pero también obliga a los sistemas educativos a ofrecer soluciones que se adaptan a las necesidades de cada etapa vital, desde el primer empleo hasta el retiro. Por ello, vemos la tendencia del lanzamiento de nuevas organizaciones educativas enfocadas en el aprendizaje continuo de personas de 55 años en adelante, las llamadas Silver Academies.
Por supuesto, este cambio también trae riesgos. En primer lugar, la masificación de cursos y certificaciones sin rigor puede banalizar el concepto de “habilidad” y se convierte en un reto el poder determinar cuáles EdTechs y universidades están ofreciendo la calidad óptima en sus cursos cortos o píldoras de conocimiento. En segundo lugar, sin mecanismos de validación claros, se podría generar confusión en el mercado en cuanto a la validez de una certificación.
Por eso, es fundamental que gobiernos, universidades y empresas trabajen juntos para establecer estándares, plataformas comunes y mecanismos de certificación internacionales para estos cursos cortos y micro-credenciales que son tendencia hoy. Solo así lograremos que la transición hacia una economía basada en habilidades sea inclusiva y sostenible.
América Latina: una oportunidad de oro para Life-Long Learning
En América Latina, esta transformación puede representar una gran ventaja competitiva. Nuestra región tiene una población joven con más de 160 millones de personas con menos de 29 años, con fuerte adopción digital y un apetito por el emprendimiento. Pero también enfrentamos brechas educativas, desigualdades estructurales y sistemas de acreditación obsoletos.
Adoptar modelos basados en habilidades nos permitirá ampliar el acceso a oportunidades laborales sin depender exclusivamente de largos procesos universitarios. Estos nuevos modelos complementarán los tradicionales y permitirán formar talento en función de las necesidades locales y globales, conectando a los millones de jóvenes que hoy están fuera del sistema educativo o sub-empleados con oportunidades de desarrollo económico y profesional.
Ya vemos ejemplos prometedores: plataformas de microcredenciales, alianzas universidad-empresa, hubs de formación para industrias tecnológicas, e incluso gobiernos que están ya reconociendo estas nuevas formas de capacitación como parte de sus políticas públicas.
Desde Coursera, Credly y Platzi, que permiten a los estudiantes acumular certificaciones alineadas con las demandas del mercado laboral, hasta alianzas entre universidades empresa como la de la Universidad de Buenos Aires con Mercado Libre para formar programadores de softwares con salida laboral inmediata. También vemos hubs de formación para industrias tecnológicas como Laboratoria en América Latina, que prepara mujeres para entrar en el sector Tech con programas intensivos de desarrollo de habilidades.
Un nuevo paradigma educativo
En definitiva, el auge del skills-based hiring no es sólo una tendencia de Recursos Humanos. Es una confirmación de que el mundo está cambiando su forma de valorar, contratar y retener el talento. Como educadores, empresarios y líderes del futuro, tenemos la responsabilidad de acompañar este cambio con visión y adaptabilidad.
Necesitamos construir nuevos portafolios educativos que fomenten nuevas trayectorias profesionales y que apuesten por el desarrollo complementario a los títulos universitarios, donde cada aprendedor pueda construir su propio camino, creando comunidades de aprendizaje y de empleabilidad que se traduzcan en oportunidades de crecimiento.
El futuro del trabajo ya llegó. Y con él, el futuro de la educación también está tocando la puerta. Está en nuestras manos adaptarnos y crear nuevas oportunidades de aprendizaje con impacto.
Fuente: forbes US
