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Fernando IV, el rey ‘emplazado’ por dos hermanos sentenciados a muerte

Su propia muerte es quizá la anécdota más destacada de su biografía.

Los cronistas de su época lo tenían claro, y lo dejaron por escrito: el reinado de Fernando IV «no mereció tanto ese nombre como el de vasallaje, pues vivió dominado por estos». Su carácter infantil y caprichoso -aunque dicen que igualmente bondadoso- lo llevó a ser recordado, con suerte, como un rey de escasa importancia en la historia de España, quizás eclipsado por otras figuras de su familia, como su abuelo, Alfonso X el Sabio o incluso su madre, María de Molina.

Nacido en Sevilla en el año 1285, Fernando IV de Castillaascendió al trono con apenas 9 años, tras la muerte por tuberculosis de su padre, Sancho IV. Eso sí, durante su minoría de edad fue su progenitora quien ejerció como regente, enfrentándose a las intrigas y rebeliones de los nobles que cuestionaron la legitimidad de su hijo, las cuales, sin duda, sirvieron como mal presagio para el futuro rey. 

Solo cuando tuvo la oportunidad de pasar a la historia como el monarca que reconquistó el reino de Granada, su poder se vio limitado por las constantes disputas internas, en las cuales otros miembros de la realeza buscaban debilitar su gobierno. Así, su temprana y repentina muerte -que dio lugar a la leyenda de su apodo- ocurrió el 7 de septiembre de 1312, y dejó como resultado un reino fragmentado que poco más tarde se enfrentaría a otra tragedia: la peste.

UN RESULTADO AGRIDULCE EN SU INTENTO POR RECONQUISTAR GRANADA

Mientras que el reinado de su abuelo, Alfonso X el Sabio, estuvo caracterizado por la toma de los reinos de Murcia, Niebla (que coincide, en gran parte, con la actual Huelva) o Cádiz, Fernando IV vivió un período más desafortunado en el contexto de la Reconquista: aunque consiguió éxitos notables en la toma de Gibraltar -un importante bastión musulmán- en 1309, su campaña para someter al Reino de Granada no obtuvo los resultados esperados. 

Por su parte, el asedio de Algeciras fue particularmente problemático debido a la falta de coordinación entre las tropas castellanas y las fuerzas aliadas de Aragón y Portugal. Y es queni siquiera el matrimonio de Fernando IV de Castilla con la infanta portuguesa Constanza de Portugal Borgoña y Aragón en 1302 consiguió que las relaciones entre las tres coronas se estrecharan.

Eso, sumado a la resistencia granadina y la falta de recursos impulsada por los problemas internos llevaron a Fernando IV alevantar el sitio sin haber logrado su objetivo. Pero cabe destacar que tampoco lo consiguieron numerosos monarcas posteriores: de hecho, el reino nazarí de Granada fue el último enclave musulmán de la Península ibérica, conquistado finalmente por los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492, con la rendición del sultán Boabdil.

¿POR QUÉ LO LLAMAN EL ‘EMPLAZADO’?

Como bien sabemos, la historia de España está repleta de monarcas que recibieron, por burla o por admiración, apodos de lo más variopintos. Así pues, evidentemente Fernando IV no iba a ser una excepción: este fue bautizado de manera póstuma como el ‘Emplazado’ a causa de una leyenda injustificada, en palabras de la Real Academia de Historia de España, que tuvo lugar poco antes de su propia muerte. 

Todo habría empezado en agosto 1312. Cuando el monarca se encontraba en Palencia, fue informado de que dos hombres habían asesinado a un noble protegido de su corte, Juan de Benavides. El delito fue atribuido a dos caballeros hermanos, Juan Alfonso de Carvajal y Pedro Alfonso de Carvajal, que, aunque alegaron su inocencia en numerosas ocasiones, fueron finalmente condenados a muerte por órdenes de Fernando. 

Y aquí es donde entra la ficción en escena: antes de ser ejecutados ese mismo mes, los Carvajal supuestamente emplazaron al rey a «comparecer ante Dios» en un plazo de 30 días para responder a la injusticia que, según ellos, estaba cometiendo al condenarlos.

Lo que dio lugar, pues, al origen de la leyenda fue que, aproximadamente un mes más tarde de la ejecución, el monarca murió en circunstancias misteriosas: nadie lo vio fallecer, y ello alimentó un relato que ha perdurado hasta nuestros días y que constituye, quizás, la anécdota más destacada de su biografía.

Fuente: Historia | National Geographic

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