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Lo destruyeron todo

El 17 de marzo de 2019 el Sr. López Obrador, declaró el fin del modelo neoliberal y el inicio de un cambio de régimen.

El 17 de marzo de 2019 el Sr. López Obrador, declaró el fin del modelo neoliberal y el inicio de un cambio de régimen. Muy pocos nos atrevimos a vislumbrar el irremediable proceso de destrucción del Estado que, hoy visto a la distancia; nos anunció claramente ese día.

Uno podría suponer que dicho cambio, estaba guiado por un objetivo benéfico para la sociedad -o pueblo si se prefiere- orientado a resarcir verdaderamente el deterioro social, equilibrar las fuerzas políticas, garantizar la seguridad social, de salud, educación y justicia; esto es, el ambiente para desarrollar las posibilidades reales de mejor nivel de vida de todos los ciudadanos, pero la realidad fue muy distinta.

El discurso fue una cosa y las acciones otras. De hecho, el discurso embaucó aún a los más sólidos teóricos, intelectuales y académicos; y a los que veíamos con desconfianza al avatar de las buenas nuevas destrozar lo construido; nos hubiera gustado ser sorprendidos con algo real, posible y tangible; pero no fue así.

El cambio de régimen en realidad fue un cambio al pasado, el modelo de los 70´s se revivió y un Estado con el Gobierno esbelto como lo proponía y perfilo el neoliberalismo, se convirtió en uno robusto, pesado, burocrático, discrecional y subjetivo; aparato que beneficia a sus adeptos y ya no a la sociedad en general, como debería ser. Este cambio, para consolidarse debió tener un rumbo claro y no sólo la etiqueta “para los pobres” o “por el pueblo”, porque dar dinero a los “pobres” no los saca de su pobreza, muy a pesar de los datos recién publicados por el INEGI, ya se ha demostrado que dichos datos están sesgados por que la metodología de análisis fue cambiada. 

Es importante que la pobreza disminuya, si; que sea atendida (en salud, educación, justicia y derechos en general), pero debe haber un plan para ello.

El cambio de régimen parece, a la distancia del tiempo, que fue el pretexto para una tras otra ocurrencia de acabar con aquello que estorbaba, para eliminarlo del panorama.

Si usted observa la historia de los últimos cuarenta años, en México los cambios tenían dos ejes, permitir la entrada de capitales, abrir mercados, procurar la participación de diversos actores y la permeabilidad de los proyectos de arriba hacia abajo; el discurso lopezobradorista al principio y hoy de la 4T, es un discurso que supuestamente iba a propiciar el beneficio de abajo hacia arriba, no suena mal; más plural, lo cual es bueno; sin embargo, el gran elemento corrosivo es la enorme, organizada, descarada y perniciosa corrupción; por un lado y el juego de prebendas hacia un aún más pequeño círculo de “empresarios” que se están repartiendo al país, es decir que de esa base, ese “pueblo” se han olvidado y hasta servido, para lograr sus objetivos de grupo.

Es dolorosamente vergonzoso, ver l rampante corrupción; la obscena manera en que los servidores públicos se sirven del dinero de los contribuyentes y la simbiosis que han creado con el narco ¡resulta que este neo político, es más ambicioso que el capitalista neoliberal!

Otro cambio que vemos es que en el antiguo régimen había trabajo de interlocución y negociación política, estoy de acuerdo con que no era suficiente, si; que no siempre era con base en lo que era mejor para el ciudadano, también puede ser; pero hoy no hay dialogo, por un lado, la presencia de la “oposición” es minúscula, tanto que o no son escuchados o no dialogan con ellos y las decisiones se toman desde la presidencia y se validan con el proceso legislativo.

La desaparición de organismos no obedeció a temas de corrupción, lo digo porque ni hemos visto juicios al respecto ni hay personas en la cárcel por dichos supuestos; tampoco era un tema de que los organismos fueran caros; porque si así fuera, una opción era adelgazarlos y pedirles más y mejores resultados, vaya ser más rentables.

Tengo la impresión de que el grueso de la ciudadanía nunca entendió el para qué y cómo funcionaban dichos organismos, sólo los técnicos sabíamos eso, por eso no hubo protestas en las calles.

Finalmente, y temo que no sea el corolario de este proceso, la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en general el aparto judicial en su formato de jueces y magistrados, fallece hoy primero de septiembre; luego de una larga agonía de año y medio cuando, de nuevo; el capricho presidencial quiso eliminar al organismo que le estorbaba. Cabe señalar que el oficialismo bautizó a este proceso como una “Reforma Judicial”, pero dista mucho de serlo, porque sólo se quedó en una simple, inaudita, incomprensible y locuaz, elección de jueces y magistrados que, por cierto, nace sucia dado el proceso opaco, las evidencias de estar sesgada por el uso de “acordeones” y la validación por parte de la autoridad mediante procesos por diseño. Una reforma judicial, hubiera contemplado tiempos de respuesta, acciones de Ministerios Públicos y policías de proximidad, un reenfoque a las victimas y en general una profesionalización de dicho aparato.

Lo que veremos en la “impartición de justicia” será más que nefasto, podría decir sin temor que ya no habrá justicia sino “resultados judiciales a petición de parte”, no conozco a la totalidad de los nuevos jueces, pero no confío en ninguno dada la forma en que llegaron, lo siento si atropello a alguno que valga la pena la excepción.

Este cambio es profundo, corrosivo, malévolo y de largo plazo ¿o usted cree que a cualquier otro futuro presidente, con su partido, le va interesar cambiar las reglas establecidas por la 4T? poder cambiarlo -y aún no terminábamos- implicó años, generaciones, liderazgos, muertos, personas encarceladas, muchas, muchas marchas y toma de calles; protestas, reuniones de la sociedad civil, trabajos académicos, negociaciones legislativas, tropiezos económicos y lo más valioso, años de vida.

Veo con tristeza que las nuevas generaciones viven en el aquí y ahora y son más ignorantes de lo que sucede en la vida pública que antes y eso condena a que este nuevo régimen se quede muchos años más. En breve, unos 10 años más, muchos de los que vivimos los azarosos ochentas, de los que impulsamos los cambios para fortalecer la democracia, iremos perdiendo fuerzas y la vida; se quedan las nuevas generaciones, las que nacen en este nuevo escenario y la esperanza es que vean un poco más allá y se cuestionen sobre si habrá algo mejor a que aspira y lo hagan, pero esa esperanza es muy débil.

Perdone mi pesimismo, estas notas las escribo luego de izar la bandera en casa, como parte de esas tradiciones que le dan sentido a mi identidad, incluso estando en otros países siempre he puesto mi bandera en el mes de septiembre con amor y orgullo, pero que por primera vez se han vuelto tristeza y pienso: pobre México, no se merecía esto.

… lo destruyeron todo.

Espero que nos leamos la semana entrante.

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