La encuesta Future of Jobs 2025 del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) anticipa un cambio sísmico en el panorama de habilidades: los empleadores esperan que casi 4 de cada 10 competencias clave cambien para 2030. Al mismo tiempo, las empresas planean recapacitar a sus fuerzas laborales a una escala sin precedentes: el 85 % de los empleadores prioriza la recapacitación y el 70 % planea contratar talento con nuevas habilidades.
Cuando hablamos del futuro del trabajo, es fácil dejarnos seducir por el brillo de las tecnologías emergentes. Sin embargo, la lección más importante de la encuesta Future of Jobs 2025 no está en los márgenes, sino en el centro.
El WEF recopiló respuestas de más de 1,000 empleadores en 55 economías, representando a 14 millones de trabajadores, y les planteó dos preguntas:
- ¿Qué habilidades son esenciales hoy?
- ¿Cuáles serán más utilizadas en 2030?
Las respuestas se organizaron en una matriz de dos ejes: el eje X mide cuántos empleadores consideran una habilidad como competencia clave en 2025; el eje Y mide el porcentaje de empleadores que espera que el uso de esa habilidad aumente hacia 2030. El cuadrante superior derecho agrupa aquellas habilidades que ya son esenciales hoy y que serán aún más importantes en el futuro. Esas son las habilidades núcleo para 2030.
¿Por qué es tan relevante este cuadrante? Porque revela las capacidades humanas que definirán la relevancia profesional y la ventaja competitiva en la próxima década. Según el WEF, el pensamiento analítico sigue siendo la habilidad número uno para los empleadores, mientras que el pensamiento creativo, la resiliencia, la flexibilidad y la agilidad, la alfabetización tecnológica, el liderazgo y la influencia social, la motivación y la autoconciencia, la curiosidad y el aprendizaje continuo, el pensamiento sistémico, la gestión de talento, la empatía y la escucha activa, así como la orientación al servicio y la atención al cliente, completan el núcleo.
No se trata de simples “habilidades deseables”; son atributos que sustentan la capacidad de navegar la complejidad, innovar con responsabilidad y construir relaciones significativas en una era de disrupción constante.
El cuadrante que marca el camino
En la matriz del WEF, el cuadrante superior derecho cuenta una historia clara: las habilidades que más importan hoy serán aún más determinantes mañana. No son modas pasajeras; son competencias humanas duraderas que sobreviven a los cambios tecnológicos y multiplican el impacto de herramientas emergentes como la inteligencia artificial.
Agrupadas en cinco bloques temáticos, ofrecen una hoja de ruta sobre dónde deben enfocar su desarrollo personal y estrategia de talento los líderes, especialmente en entornos de alta presión y cambio acelerado.
1. Excelencia cognitiva y analítica
El pensamiento analítico está en el centro del cuadrante. Ya es un motor clave del éxito empresarial y, en un mundo saturado de datos complejos y a menudo contradictorios, se volverá innegociable. No se trata solo de “ser bueno con los números”, sino de dar sentido a la información: sintetizar insumos diversos, identificar patrones y aplicar juicio cuando los datos son incompletos o desordenados. W. Edwards Deming dijo alguna vez: “Sin datos, eres solo otra persona con una opinión”. Esa era una consigna perfecta en un mundo con escasez de datos. Pero en la realidad actual, de datos abundantes, la frase debería invertirse: sin una opinión, eres solo otra persona con datos. Los líderes que destacarán serán aquellos capaces de combinar análisis riguroso con un punto de vista claro: encuadrar problemas de forma que atraviesen la complejidad e inspiren acción. Esto implica construir equipos que cuestionen los datos de forma crítica, no que acepten un dashboard sin más. Implica recompensar la capacidad de formular la pregunta correcta antes de salir a buscar la respuesta. El liderazgo del futuro consistirá en transformar información cruda en conocimiento accionable a velocidad, filtrando el ruido.
2. Creatividad como multiplicador de negocios
El pensamiento creativo aparece junto al pensamiento analítico, una combinación que sorprendería a quienes aún ven la creatividad como un campo “blando”. En realidad, cuando la tecnología iguala la cancha en términos de eficiencia, la creatividad se convierte en el factor decisivo. Cuando todos los competidores tienen acceso a datos y herramientas similares, la diferenciación viene de generar soluciones originales y conectar puntos que parecen no relacionados. Los líderes de 2030 deberán hacer de la creatividad un sistema: integrarla en procesos, incentivar la experimentación y proteger espacios para el pensamiento divergente. No se trata de contratar “perfiles creativos” aislados, sino de cultivar una cultura organizacional que premie el pensamiento original, incluso cuando desafíe el statu quo.
3. Autogestión y adaptabilidad
Resiliencia, flexibilidad, agilidad, curiosidad y aprendizaje continuo forman un núcleo compacto en este cuadrante, recordándonos que el futuro favorecerá a quienes traten la adaptabilidad no como una habilidad de supervivencia, sino como una ventaja competitiva.
El futurista Alvin Toffler lo resumió así: “Los analfabetos del siglo XXI no serán los que no sepan leer ni escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender”. Los líderes relevantes en 2030 serán los que puedan pivotar sin perder velocidad, abandonar supuestos obsoletos sin nostalgia y actualizar sus modelos mentales conforme cambia la realidad. En un mundo de abundancia y escasez de tiempo, una economía de la atención donde el foco se dispersa y los plazos para decidir se acortan, la confianza será aún más determinante. Cuando las personas no pueden reunir o procesar toda la información para tomar decisiones 100 % informadas, recurren a atajos: nombres familiares, voces creíbles, marcas en las que confían. Para las empresas, la marca se convierte en un filtro de decisión. Los líderes deben garantizar que la reputación de su organización, por confiabilidad, ética y consistencia, se gestione con el mismo rigor que sus finanzas.
4. Influencia social y liderazgo basado en la confianza
El liderazgo y la influencia social, la empatía y la escucha activa forman otro bloque fundamental. Estas habilidades suelen subestimarse hasta que una crisis expone su ausencia. En un entorno donde el trabajo remoto e híbrido difumina la conexión, y la automatización puede despersonalizar las relaciones con clientes y empleados, los líderes que se destaquen serán los que hagan tangible la confianza. La influencia social en 2030 no dependerá solo de carisma: se basará en alinear a partes interesadas diversas en torno a una visión común y traducir esa visión en acción coordinada. La empatía y la escucha activa dejarán de ser “habilidades blandas” para convertirse en herramientas de precisión que detectan obstáculos invisibles a la ejecución y que facilitan decisiones con verdadero respaldo colectivo.
5. Fluidez tecnológica como requisito básico
La alfabetización tecnológica, la inteligencia artificial, el big data y el pensamiento sistémico también están en el núcleo de habilidades. El mensaje es claro: los líderes no necesitarán programar, pero sí dominar el potencial y las limitaciones estratégicas de las nuevas tecnologías. Para 2030, la ignorancia tecnológica será un freno de carrera. Se esperará que los líderes integren herramientas de IA en los flujos de trabajo, interpreten críticamente resultados algorítmicos y anticipen efectos secundarios, desde implicaciones éticas hasta sesgos imprevistos. El pensamiento sistémico será el puente: ver cómo tecnología, procesos, personas y fuerzas de mercado interactúan de forma no lineal.
La lección de este núcleo de habilidades es doble:
- La integración supera a la especialización. Los líderes de 2030 no serán los mejores analistas, creativos o empáticos de forma aislada; serán quienes integren estas capacidades en un estilo de liderazgo y una cultura organizacional coherentes.
- Las habilidades humanas escalarán la tecnología. A medida que la IA y la automatización amplían la capacidad, el cuello de botella se moverá de la ejecución al juicio, la visión y la confianza.
Esta tensión entre integración y especialización no es nueva. Las mentes más influyentes de la historia —Leonardo da Vinci entre ellas— no se definían por una sola disciplina. Eran polímatas: personas con conocimiento profundo y experiencia en múltiples campos, a menudo no relacionados, capaces de integrar ideas y resolver problemas complejos o crear conceptos radicalmente nuevos. Leonardo fue científico, ingeniero, artista y filósofo, que unía disciplinas diversas para ver patrones invisibles para otros.
En rigor, el equivalente moderno de un polímata renacentista no necesariamente pintará obras maestras o diseñará máquinas voladoras, pero sí navegará con fluidez entre la prospectiva estratégica, la visión tecnológica, la empatía humana y la resolución creativa de problemas. Esta amplitud no sustituirá la profundidad: permitirá conectar puntos y detectar oportunidades que los especialistas aislados pasarán por alto.
Por esto, en 2030, los líderes que destaquen serán aquellos que rechacen la falsa elección entre “profundidad” o “amplitud”. Cultivarán rango, no aleatoriedad: desarrollarán suficiente dominio para interactuar con propiedad en múltiples áreas y la humildad para apoyarse en expertos cuando su propia profundidad no alcance.
El cuadrante superior derecho del gráfico del WEF no es solo una predicción: es una invitación a la acción. Si hoy lideras personas, presupuestos o estrategias, tu relevancia futura dependerá de qué tan deliberadamente desarrolles estas habilidades en ti mismo, en tus equipos y en la cultura que moldeas.
En definitiva, la ventaja competitiva pertenecerá a quienes abracen la integración sobre la especialización, la humanidad sobre la mecanización y la adaptabilidad sobre la comodidad.
Fuente: forbes
