La historia de la estrella de Belén es una de las escenas más reconocibles del imaginario cristiano: un signo brillante que resplandece sobre el lugar donde nació un niño, guiando a misteriosos visitantes orientales hasta la cuna del rey recién nacido.
El Evangelio de Mateo, el único libro de la Biblia que menciona el acontecimiento, describe una estrella que se elevó en Oriente, capturó la atención de los “magos” (probablemente astrólogos-sacerdotes de Babilonia o Persia) y se movió ante ellos hasta detenerse sobre el lugar donde yacía Jesús.
El episodio solo tiene una docena de versículos, pero estas pocas líneas han generado dos milenios de especulaciones. ¿Qué vieron los Reyes Magos? ¿Podría un evento astronómico coincidir con la descripción de Mateo? Los estudiosos, astrónomos y teólogos han propuesto una amplia gama de respuestas, desde cometas hasta supernovas, pasando por una alineación planetaria.
La teoría del cometa para explicar la existencia de la estrella de Belén
Una de las explicaciones más antiguas es también la más intuitiva: los cometas pueden ser espectaculares y ampliamente visibles. Los pueblos antiguos solían interpretar los cometas como señales que anunciaban acontecimientos auspiciosos. El cometa Halley, por ejemplo, apareció en 12-11 a. C. y de nuevo en 66 d. C. Su aparición el 26 de agosto del 12 a. C. está registrada en el libro astronómico chino Libro de Han. El historiador romano Casio Dión relacionó la aparición de ese cometa en los cielos de Roma con la muerte del general Marco Agripa.
Cuando el teólogo cristiano del siglo III Orígenes de Alejandría intentó explicar los movimientos inusuales de la estrella de Belén, escribió que debía “clasificarse junto con los cometas que aparecen ocasionalmente, o los meteoros, o las estrellas con barba o en forma de jarra…”.
El problema es que la cronología no concuerda con el reinado de Herodes el Grande, que murió en el año 4 a. C. y se menciona explícitamente en Mateo. Si asumimos que la cronología del Evangelio es más o menos correcta, entonces el cometa Halley, el único candidato plausible para el cometa, apareció demasiado pronto para ser relevante para el nacimiento de Jesús.
Más importante aún, Mateo describe la estrella como algo que los magos vieron “al salir” y que más tarde “se detuvo” sobre una casa en particular. Los cometas no se comportan así: su movimiento es suave y predecible.
Curiosamente, para los lectores antiguos, los cometas solían considerarse presagios de desastres más que de buena fortuna. El historiador judío Josefo escribió sobre un cometa que pasó sobre Jerusalén antes de su destrucción en la primera guerra judía. Y Suetonio señala que la aparición de un cometa llevó al supersticioso Nerón a ejecutar a varias figuras importantes de su imperio. Si la estrella era un cometa, escribe Raymond Brown, autor de El nacimiento del Mesías, es difícil imaginar por qué los magos habrían seguido un mal presagio como ese hasta Belén.
¿La estrella de Belén fue una supernova?
Otra posibilidad dramática es que los magos presenciaran una supernova (una estrella en explosión tan brillante que se podía ver durante el día) o una nova menos intensa, que aún así produce un aumento repentino y sorprendente de brillo.
Los astrónomos chinos, que mantuvieron registros cuidadosos que se remontan al año 1000 a. C., registraron un posible cometa con cola en el año 5 a. C. y una posible nova o supernova en el año 4 a. C. Estas fechas son prometedoras: se encuentran dentro de un marco temporal plausible para el nacimiento de Jesús y los últimos años de Herodes.
Sin embargo, una vez más, la coincidencia no es perfecta. Una supernova o nova sería visible para todos, no solo para los astrónomos. Pero Mateo no da ninguna indicación de que Herodes o los habitantes de Jerusalén hubieran notado una luz inusual en el cielo; Herodes parece sorprendido cuando llegan los magos y debe preguntarles en privado sobre el momento en que apareció la estrella. Además, al igual que los cometas, las supernovas tampoco “se ciernen” sobre una sola casa.
Donde la hipótesis de la nova tiene éxito es en su dramática imaginería. El obispo cristiano de principios del siglo II Ignacio de Antioquía describió su luz como “indescriptible” y superior a la de todas las demás estrellas, un signo celestial digno del nacimiento de un rey.
Fuente: National Geographic | Historia






















































