En 2026, cuatro astronautas viajarán más lejos que cualquier humano en más de cinco décadas. Artemis II marcará el regreso de la NASA a misiones tripuladas alrededor de la Luna y el experimento clave para construir una presencia científica, económica y operativa sostenida en el espacio profundo.
Hace más de 60 años, la NASA convirtió a Houston en el epicentro del sueño espacial con la creación del Johnson Space Center. Desde entonces, este complejo ha sido el laboratorio donde se diseña, prueba y perfecciona la tecnología que permite a la humanidad mantenerse en órbita, operar la Estación Espacial Internacional y proyectar ambiciosas misiones a mundos distantes.
Hoy, ese legado avanza hacia un nuevo capítulo: Artemis II, la primera misión tripulada del programa que busca devolver a los humanos a la Luna y establecer allí una presencia permanente.
Programada para despegar en 2026 desde el Centro Espacial Kennedy, Artemis II es mucho más que un viaje alrededor del satélite natural. Es una prueba crítica para validar el desempeño del SLS (Space Launch System) -el cohete más poderoso construido por la NASA- y de Orion, la nave diseñada para transportar astronautas más allá de la órbita terrestre baja. Si Artemis I demostró en 2022 que el hardware podía sobrevivir a la travesía sin tripulación, Artemis II buscará responder la pregunta más importante: ¿estamos listos para enviar humanos de nuevo al espacio profundo?
La tripulación está formada por Reid Wiseman, Victor Glover y Christina Koch, astronautas veteranos de la NASA, además de Jeremy Hansen, de la Agencia Espacial Canadiense. Ellos viajarán miles de kilómetros más allá de la cara oculta de la Luna, alcanzando una distancia en la que la Tierra aparecerá como un punto distante enmarcado detrás del relieve lunar. Desde ahí, medirán el comportamiento real de los sistemas que sostendrán futuras misiones de larga duración.
Dentro de Orion, cada respiración, cada ciclo de sueño, cada sesión de ejercicio será monitoreada para evaluar los sistemas de soporte vital: generación de aire respirable, manejo de dióxido de carbono, control de humedad y respuesta metabólica. También probarán procedimientos de emergencia, protocolos de radiación y maniobras de navegación que solo pueden validarse en el entorno extremo del espacio profundo.
La misión durará alrededor de 10 días, aprovechando una trayectoria de bajo consumo energético que utiliza la interacción gravitacional entre la Tierra y la Luna. En lugar de una maniobra compleja de regreso, Orion será “empujada” naturalmente hacia casa por la gravedad terrestre, un diseño pensado para reducir riesgos y maximizar eficiencia.
Artemis II no culmina la historia; la inicia. La información que la tripulación recabe será la base para Artemis III, la misión que llevará a los próximos astronautas a caminar sobre la superficie lunar. Y, a mediano plazo, formará parte de la estrategia más ambiciosa de la NASA: consolidar un ecosistema científico, tecnológico y económico alrededor de la Luna que permita preparar el salto hacia Marte.
La nueva carrera espacial tratará de alcanzar un nuevo hito, y de crear infraestructura, abrir oportunidades para la industria privada, impulsar innovación en transporte, energía y hábitats, y convertir la Luna en un punto de partida para explorar el sistema solar.
Artemis II será la misión que determine si ese futuro está realmente al alcance de la humanidad.
Fuente: forbes
























































